HC Opinión Tour

#TDF23 Hindley se reescribe a lo Evans, Vingegaard aprovecha la inmolación del UAE

La llegada de los Pirineos ofrece el primer escenario para que los favoritos se separen unos de otros, una reválida para que los heridos en segundos los traten de recuperar y los favorecidos por las fuerzas hasta ahora confirmen quiénes son los verdaderos aspirantes. La cuestona del Marie Blanque esperaba a ver las consecuencias de una etapa trepidante, eléctrica y sin descanso, corrida de la forma en la que el ciclismo gana en interés después de dos días más anodinos y favorables para la siesta.

Hindley fue el nombre propio y gran vencedor de un día en el que no sólo ganó tiempo y la etapa, sino que se enfrentó a su otro yo, ése que le hizo ganar un Giro y la espalda de los aficionados. El australiano sonríe desde el maillot amarillo, que cambia de manos, de país, pero no de idioma. Los Yates naufragaron en la subida final, algo esperable. Algo menos que el Jumbo comenzase a subir corredores a cabeza del grupo para comenzar a tirar con fuerza del grupo de favoritos.

El avistamiento fue claro: Pogačar mandó bajar el ritmo a Rafal Majka cuando el grupo de favoritos estaba ya hecho un solar. UAE se había pasado toda la etapa quemando naves, reduciendo la ventaja de una fuga que le hacía tanto daño a Tadej como a Jonas. Tomaron las riendas con la mente puesta en el salto del esloveno en el muro final para lanzarse en duelo con su gran rival. Vingegaard arrancó y no hubo respuesta. Se encuentra en un punto de forma superior con respecto a su rival. El danés viene de ganar Dauphiné, el esloveno de recuperarse de una operación.

Que el líder del UAE no esté aún a punto es señal de diversión. Tendrá que encontrar otra forma de derribar los aviones del enemigo. Y terreno hay. Si no revienta, si sigue estando competitivo, Pogačar no es de conformarse con la segunda posición ni en la fila de la pescadería. Su equipo parece listo para la batalla, eso sí. Jumbo también, con un Van Aert hiperactivo más en plan reivindicativo de sí mismo, da la sensación, que de ayuda al equipo. Porque si fuese lo segundo, no se entienden las exhibiciones y gastos de fuerzas de forma alocada que realizó.

Por su parte, en vanguardia abría carrera una fuga de una treintena de hombres que buscaban apresurados pelear la carrera entre ellos. Hasta las faldas del Soudet no hubo tregua, con el austríaco Konrad lanzando el ritmo en favor de Buchmann y, sobre todo, de Jai Hindley. Cuatro minutos en la base parecían suficientes para que se jugaran al menos la victoria. Van Aert y Alaphilippe jugaron en el terreno que les quedaba, todo aquel que no fuera en subida. Daniel Felipe luchaba por los puntos inexistentes de la montaña con Felix Gall. El de AG2R hizo la peor gestión de esfuerzos que se recuerda.

Se lanzó a por la cima del Soudet con una fuerza que Ciccone no pudo ni verle coronar entre la niebla. Buscó la machada lejana, y cuando sus dos compañeros de equipo le lanzaron contra la pared del Marie Blanque, supo marcar diferencia con todos menos con uno que sí se había gestionado mejor, el vencedor de la etapa, quien le dejó tirado mediada la parte dura y se plantó en meta haciendo la misma reflexión de Cadel Evans, el único australiano en ganar un Tour de Francia: atacando también se gana. Es más, se gana más, aunque no se finalice en primer lugar.

Ahora Hindley es el rival a batir, si bien la general real daría a Vingegaard como líder oficioso. UAE, que lleva el amarillo desde Bilbao, tiene que jugar a la contra. Ya era hora de que soltasen el maillot, un desgaste absolutamente innecesario para un equipo cuya única ambición es ganárselo en París. Queda mucho Tour, casi todo el Tour y no poco desgaste.

Carlos Rodríguez, aunque le tiraron una vez pasada la línea de meta, sigue firme en la búsqueda del top ten. Fue el último en ceder del dúo estrella del ciclismo en lo más duro de la etapa, lo cual augura una buena actuación del español. Muy interesante la actuación de Sepp Kuss, quien vino de rebote y está salvando las naves del equipo en el momento adecuado en el sitio adecuado. Como siempre, un seguro de vida. Mikel Landa perdió comba, su Tour se vive de otra manera. Hubiese sido un tren bonito el de la escapada. No hay que dejar para el final las mejores historias, Jai lo ha venido a demostrar.

La carrera fue una a la salida y otra totalmente diferente en la meta. Esas son las jornadas de buen ciclismo, tengan 160, 220 u 80 kilómetros. Ha habido historias que contar, vencedores, vencidos, valientes, menos valientes y sobre todo actitud de darlo todo. Así sí, ciclismo. Así sí, Tour.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / Ballet

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