Equipos

Team Movistar y las clasificaciones por equipos

Diciembre de 2022. Sede de Telefónica, en Madrid. Como cada año, y ya van más de diez, el Team Movistar se pone en marcha. Flashes, buenas intenciones, la Navidad en el horizonte y palabras de elogio que se disparan en diagonal en todas las direcciones posibles. Valverde en boca de todos y Enric Mas en el subtexto, con el afloje correspondiente del nudo de su corbata de vez en cuando. La presión es mala enemiga de quien la soporta sólo regular. El balear se queda solo al frente de la nave. Alejandro le ha dejado el parche, pero continúa en las bodegas del barco masticando tabaco y aconsejando si dejar caer las velas a babor o estribor mientras asume trago a trago los vaivenes de su carrera, transformados ahora en el simple mecer de las olas. 

Movistar se promete un año exitoso, como siempre y como señala la lógica. Si pensásemos que nos vamos a tropezar en los bordillos, no saldríamos de casa. Espoleados por la buena recta final de campaña que cambió los titulares de crítica por los halagos, y pese a las proclamas ilusionantes, de puertas para adentro se sabe que este año, 2023, será una temporada de transición. Hacia Carlos Rodríguez, hacia pelear realmente una grande, no se sabe. Yo creo que ni siquiera ellos lo tienen aún. Es normal, los medios plazos tienen sus riesgos en un ciclismo tan cambiante donde de una semana a otra los ciclistas son despedidos, contratados o evaporados. Una semana después nadie habla de Miguel Ángel López, ex Movistar, hace dos años fichado felizmente y entre parabienes, palmaditas en la espalda y sonrisas en la presentación. Todo cambió en meses. 

Una cosa sobre la que no se ha reparado en los últimos tiempos, y no deja se ser curioso, es en el hábito (que no hace al monje) de subir a los podios en las clasificaciones por equipos. Una tradición heredada de aquel ONCE que permitía un premio de consolación y que venía siendo un objetivo mucho más asequible por no existir demasiada competencia. Ahí Movistar se hizo carne de meme, regaló un motivo más para la crítica, como lo eran los podios de riesgo cero de Nairo Quintana en el Tour de Francia. Pasado el tiempo y observado el vacío, se echa en falta esa presencia en fugas, de intencionalidad del equipo para buscar con determinación la primera posición en algo. Es que se ha llegado a un punto donde la ambición a la que siempre se dice que se va a recurrir nunca termina de aparecer. Y cuando aparece, se desfonda en caídas constantes que acaban con el rey azul de rodillas y claudicando ante rivales muy menores en cuanto a piernas, no en el global. Ni mucho menos en mentalidad. 

Si se criticaba la lucha por la general por equipos era por la ausencia de esas fuerzas a la hora de intentar ganar la partida para conformarse con llevarse las diez de monte. Nunca por ser un deshonor. Todo lo contrario. Pero ahora eso ha desaparecido, como también ha bajado el nivel del equipo en muchos aspectos. Que Iván Ramiso Sosa cierre el año como pichichi con la multitud de críticas que ha recibido ante su irregular rendimiento y la existencia en la plantilla de ciclistas con mucho más potencial de cara a meta, es cuanto menos preocupante. Las victorias han llegado en escenarios de segundo orden, eso no se puede dejar de lado. En los grandes escenarios sólo dos segundos puestos de Enric Mas no bastan para un conjunto que tiene capacidad para mucho más. García Cortina, Aranburu… lo de siempre. Ahora es la nada absoluta. No hay apuestas claras y se echa de menos la que había no hace tanto tiempo y que les daba su cuota de protagonismo y alimentaba mínimamente a sus defensores. 

Lo más intrigante es la búsqueda de los por qués. Quien se imagine que ha sido cuestión de perder, que se olvide. Ha sido cuestión de no haberlas peleado. Energías de un sitio para ubicarlas en otro. A lo mejor ha tenido que ver más con la concepción de centrar todo el tiro en las opciones de la general individual a raíz de haber pasado las alineaciones de nueve a ocho corredores en las grandes vueltas. Con siete gregarios tal vez ya no dé para ayudar y buscar. Pero cuántos ciclistas se necesitan para ir en pelotón a la expectativa de la rueda de los demás. Si todavía hubiésemos visto un despliegue táctico a temer por los rivales como era el Kelme de finales de los 90, todavía tendría un pase, pero renunciar a ese poco por nada, sería una estrategia bastante cuestionable. Seguro que se aduce mala suerte, pero es que cuando la mala suerte es continuada, ya deja de serlo para pasar de casualidad a causalidad. 

Como siempre, excusas, justificaciones y un año más hablando de conjuras para conseguir hacer lo que en años no se ha conseguido hacer, con unas cuestionables directrices y filosofía que poco a poco han ido construyendo esta amalgama de poco resultado y trampantojos constantes. Problemas ocultados por la presencia mágica de Valverde y Van Vleuten, pero que se harán todavía más gigantes sin ambos. El de Murcia ya se ha hecho a un lado a medias. La neerlandesa está ya poniendo intermitente. ¿Y después? Después se verá el proyecto que hay detrás y su consistencia. Una consistencia que quizá deba regresar a los pasos anteriores de pelear de nuevo por esa situación de plataforma de ganar, por ejemplo, las por equipos para comenzar a reconstruir desde ahí. 

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: Sprint Cycling Agency / Movistar Team

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