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El ciclismo del siglo XXI: ¿Tenía razón Carlos Verona en sus declaraciones?

Tampoco hay que criminalizar a nadie, es simplemente la opinión de un ciclista y tampoco fueron tan desmedidas. Se viralizó, se opinó desmedidamente sin ni siquiera haber escuchado sus declaraciones, sino con base en lo que otros habían dicho que había dicho y … ¡boom! Situación muy tensa, sobre expuesta y que tenía que explotar por algún sitio. Pero esto va más allá, ya no es una cuestión de correr con o sin agua, de si los descensos con frío, de si la salud del corredor, de si asesinos, circo romano y cantidad de términos que se fueron añadiendo al calor de la discusión el 19 de mayo, día de la neutralización parcial de la etapa del Giro de Italia. ¿Les suena?

En cambio, hay una parte más preocupante de la opinión de Carlos Verona y es la visión que del ciclismo de corta duración se continúa haciendo, y es que las etapas de ese pelaje (y kilometraje) son más espectaculares que las de largo recorrido. ¿En base a qué? El ciclismo es divertido o aburrido dependiendo de cómo se lo tomen los artistas, los ciclistas. Hemos visto maravillas tanto en 130 como 220 y absolutos bodrios tanto en 120 como en 240. ¿A veces las clásicas no son aburridas? Lo preocupante de esto es lo que vino después de todas estas declaraciones y fue una brecha entre partidarios de un ciclismo más clásico, estilo propuesto por el Giro en numerosas ocasiones y que ahora parece salirse de contexto.

Pero no porque el Giro haya incrementado esa apuesta por la épica, más bien al contrario. Sino porque la raya que separa lo que está bien de lo que no lo está se está moviendo, cada vez a velocidades más elevadas. Antaño una etapa de 160 kilómetros era corta, nerviosa y se especulaba con que fuese beneficiosa para disfrutar de más espectáculo por la pérdida del miedo por parte del pelotón. Pero, ejemplos en mano, sabemos que eso no tiene por qué ser precisamente así. El pelotón circula con cálculos, con el ancla echado y la mente puesta en salvar la ropa y asegurar. Y así poca afición al ciclismo vamos a crear. ¿Se pensaban que el problema del ciclismo se llamaba dopaje? Quizá echó a mucha gente, no se puede negar, pero no debemos escudarnos exclusivamente en ese problema, porque no sería ajustarnos a la realidad.

Y es que ese ciclismo que ofrecía ventajas según las palabras del ciclista madrileño de corto recorrido y mayor intensidad no se produjo. Ni siquiera 75 kilómetros y ni un ataque serio más allá del movimiento de Caruso en la parte final. ¿Suficiente espectáculo? ¿Tenemos los espectadores que tragarnos semejantes discursos constantemente y seguir pasando por el aro? ¿Hasta dónde? Porque si las carreras de 80 kilómetros fuesen realmente disputadas al 100%, podría tener al menos un punto de coherencia. Pero es que ni la etapa de Crans Montana ni siquiera aquel experimento evocando a la Fórmula 1 del Tour de Francia (65 kilómetros, tres puertos) funcionó.

Las etapas cortas están bien para darle variedad al asunto, pero el ciclismo de fondo, el de las etapas largas, va esbozando la diferencia de fuerzas, el error posterior. Va sembrando para después recoger el fruto, no es tan evidente como un ataque demoledor, pero a lo mejor más efectivo. Es el ciclismo que hemos visto toda la vida. Por ese ciclismo está el ciclismo de hoy aquí, no es cuestión de justificarlo mucho más porque es evidente. De este Giro no se acordará casi nadie, pero del de 2015, el de 1994 o el de 1998 sí. Nostálgicos nos llamaron, nostálgicos nos llamarán.

Bien, pues si el Giro 2023 representa el ciclismo del siglo XXI, me parece que de aquí a veinte años deberían ir buscando otra afición, ocupación o distracción, cada uno la palabra de las tres que necesite. Porque lo que se dice atractivo, este ciclismo de corto alcance, de “dos horas bajo la lluvia son mejores que cinco” van en dirección contraria a lo que una gran mayoría de aficionados necesitan percibir de sus héroes.

Es más, las audiencias de Crans Montana (1.9M de espectadores en la RAI la hora final) ya se resintieron con respecto a una etapa cuasi llana como la siguiente (ligeramente por encima de 2M) o la mini Lombardía (2.1M). Una etapa de montaña suele ofrecer mucho mejores números con respecto al resto de las etapas y esta vez incluso el número es menor. ¿Habrá autocrítica? ¿Qué efectos generará en un futuro? ¿El ciclismo corto es el futuro? ¿Hasta qué punto es eso combinable con la ausencia de largos traslados? ¿Es normal que se pretenda un ciclismo más corto para los profesionales que para los cicloturistas?

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: Getty Sport / Movistar

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