De regia figura, su imagen barbada se identifica con la de un noble flamenco. Hasta el nombre le acompaña en la consideración aristocrática. Thomas De Gendt es un veterano ciclista respetado en el pelotón y valorado por la afición. Se ha escrito mucho de aquella épica victoria en el Stelvio, por lo que no reproduciré lo que otros ya narraron con brillantez. Más bien ahondaré en la personalidad de un ciclista ejemplar, apoyándome en una extensa trayectoria forjada con indiscutible vocación y amor al oficio.
Thomas De Gendt es un ciclista en el sentido más amplio del término. No le quedan muchos años de estar en la brecha, es más, finaliza contrato de aquí poco, pero cuando se baje del autobús de su último equipo profesional, no hará lo mismo con su bicicleta, con la que seguirá sumando kilómetros por su Flandes natal. No me extrañaría verle guiando grupos de cicloturistas por las carreteras adoquinadas, recorriendo los muros más célebres del Tour de Flandes y rememorando épocas pasadas, siempre con el corazón agradecido.

Thomas De Gendt es un gladiador del ciclismo. Compite para dar espectáculo. En estos tiempos que corren tan propicios a las exhibiciones portentosas de jóvenes insurrectos, parece una cualidad depreciada. Sin embargo, no hace tanto tiempo, cuando el protagonista vivía sus años de plenitud y el ciclismo se desenvolvía maniatado por el pinganillo y el monopolio de equipos como el Sky, corredores como el flamenco eran un plato gourmet para el aficionado. Compartía cariño con coetáneos como Pinot, y veteranos ya retirados como Purito o en vías de ello como Valverde. Ciclistas de concepto y coherencia. Ataque sin mesura aderezada con una combinación de razón y pureza gestada en las entrañas. Un discurso natural que no precisa de más guion que un rutómetro interiorizado.
Thomas De Gendt, ciclista y flamenco. Almas gemelas agraciadas por la virtud y el talento suficiente como para poder vivir de tal condición melliza. Nacer en Flandes marca carácter. No conozco personalmente a nuestro héroe del día, algo que no evita intuir que detrás del porte elegante y real del corredor hay un caballero, buen y leal compañero en la batalla. Porque una cosa no evita la siguiente. Lo cortés no quita lo valiente que dice la sabiduría que no perece.

Thomas De Gendt, un superviviente de una generación que termina su ciclo. Una generación vaivén, que limpió la imagen de un deporte a base de amor al ciclismo y al oficio. Soy de la teoría de que no se puede ser ciclista si uno no ama la bicicleta. De ello da fe el corredor barbado, de regia figura y de nombre renacentista. Un don otorgado que continuará cuando se apaguen los focos y solo queden recuerdos de un tiempo glorioso que ya no volverá.
Escrito por Fernando Gilet
Fotos: @ACampoPhoto