Acabado el Tour, las rumorologías barren los titulares de la carrera. Los ecos y recuerdos de los highlights que nos dejan estas tres semanas de julio, que son el centro de la temporada ciclista y las que más atención suscitan a lo largo de los meses, invaden los reels, las publicaciones, en espera de la recta final, con la Vuelta y el Mundial como caramelos de especial importancia. Los entremeses previos, como la Klasika, Burgos, Polonia y demás eventos intermedios, sirven para seguir analizando lo que el paseo por Francia en bicicleta nos ha hecho vivir. Ni un segundo da a los vencidos, ya pensando en venganza y cómo despedazar a sus rivales doce meses después. También es momento duro para aquellos que no han cumplido sus propias expectativas.
Una oda que mezcla pesimismo y duda, de búsqueda de explicaciones, de comprender qué pasó y qué se ha de hacer. Existe también el polo opuesto, esos ciclistas que han cumplido expediente de sobra, esos que son nombrados y señalados como ‘the next best thing’, los nuevos talentos. Nombres que van fluctuando de año en año, que van cambiando, apareciendo y desapareciendo casi a la misma velocidad. Sólo los que permanecen pasan a otra nueva fase en la que, como diamantes, van puliendo sus flecos hasta convertirse en aspirantes a ganar la carrera más prestigiosa del mundo. Entre aspirar y ganar existe un puente muy largo que muchas veces los corredores no llegan a recorrer. Es lo bello de este periplo, del camino, de la incertidumbre que genera la vida. Por eso rellena de júbilo e histeria cuando el éxito y los círculos se completan, porque sólo una persona que ha visto o probado el abismo sabe lo bien que se vive fuera de él. Porque cuando notamos que el sacrificio merece la pena, la euforia es mucho más intensa y sentida.

En ese vergel de esperanzas, los dominadores de la edición anterior han sido los protagonistas del nuevo Tour, con desarrollos distintos, pero al mismo tiempo mismos mecanismos. La rueda rueda y nuevos actores van dejando atrás a los viejos del lugar. Ley de vida. Cuando la ley de vida se alarga sobre manera es buena señal para los que lo viven, pero obligan más a los nuevos dientes a empujar a los de leche con mucha más fuerza. No es fácil, pese a que tampoco lo es resistir el tirón de los que vienen saltándose escalones y ansiosamente llegan a la cima. En estos años, además, se está observando una interesantísima evolución de los ciclistas hacia la globalización, algo que está cada vez presente en nuestra sociedad. Más nacionalidades en las plantillas, más variedad en la composición de las alineaciones, más corredores multidisciplinares, capaces de rendir en mucho tipo de carrera, también en diversas especialidades como el ciclocross, el mountain bike o la pista.
Eso ha sucedido siempre, no es la primera generación en la que los más afamados dedican parte de su talento a brillar en más disciplinas. La diferencia con ahora es que en estos momentos los campeones no sólo proceden de un lugar diferente a la carretera, sino que continúan toda la temporada en asfalto, combinándolo con la tiranía sobre todos los rivales en cada carrera. Es el caso de Tom Pidcock, que ha brillado como campeón del mundo y olímpico en MTB y ahora aspira a extender sus reinados más allá. Alpe d’Huez es sólo un primer paso para algo más, eso es claro. Una curva en el puerto más prestigioso del mundo ya sería un motivo para haber iniciado una carrera deportiva. Tom se ha presentado al mundo, se ha lanzado en plancha para marcar un gol que el planeta entero ha visto. Pocos informativos alrededor del globo habrán omitido el mejor día del británico, hasta ahora, en las carreras.

Pocos debuts en el Tour de Francia han dejado tanta huella. Hinault lo hizo y ganó. Lucho Herrera, es más, ganó etapa en el mismo lugar que el ciclista de Ineos. Valverde le levantó a Armstrong la que estaba pensada como primera etapa exhibición del tejano. Como vemos, hablamos de nombres de primer nivel. Si llegase a la altura de ellos, ya sería llegar muy lejos. Pidcock muestra su candidatura a ir adquiriendo galones en el conjunto de su misma nacionalidad, lo cual puede suponer un plus a la hora de conseguirlo. La apuesta por él es clara. En las clásicas también se ha desenvuelto con solvencia en varios duelos con los considerados grandes de ese terreno como Van Aert. Es más, en Amstel Gold Race hubo mucha polémica porque le dieron el triunfo al del equipo local sin existir una sola toma de la foto finish que apoyase esa decisión. Una de las llegadas (sino la que más) más ajustadas de la historia del ciclismo. Si ése es el nivel, estamos hablando de que el joven nacido en Leeds va para figura y para marcar una época.
Sin embargo, la imagen que quedará para siempre de él en la historia del Tour no será la entrada en meta o cualquiera de las pasadas que dio a sus compañeros de fuga para llegar a la cima en solitario. Será el descenso suicida que realizó del Galibier, aplicando además una técnica perfecta y siendo trending topic en las redes sociales. La admiración por ese control de la bicicleta ha llegado incluso a colegas de profesión, que boquiabiertos sólo pudieron aplaudir con palabras la maniobra.
Ganar un Tour son palabras mayores. Incluso ciclistas que parecen hechos para ello fracasan en las numerosas intentonas a las que someten a su cuerpo. Aquí el primer rival para conseguir ese éxito puede ser el propio convencimiento del ciclista, que debe tener en mente que para ello necesitaría sacrificar otras carreras u objetivos. El mes de julio es bastante particular y la frescura es un punto a favor en unas semanas tan repletas de calor y ciclistas en su pico máximo de forma. Prepararse sería un primer paso, claro está, aunque renunciar a tantos frentes suele ser complicado, sobre todo cuando los patrocinadores de unas y otras modalidades exigirán atención y tiempo para lucirse en ellas.

Sí que puede jugar un papel importante en esto el equipo. Ineos es una estructura acostumbrada a ganar el Tour, a pelearlo con toda clase de corredores. Desde el desordenado pedaleo de Froome a la afortunada clase de Bernal. Experiencia, técnicos para llevarle al éxito, un plan… todo lo difícil podría ser fácil en su caso. Se trata simplemente de borrar un nombre para incluir otro. Con el accidente de Bernal, esa plaza de líder absoluto está vacante hasta que el colombiano, que lo peleará, recupere sensaciones y piernas. La baja de Carapaz, a priori confirmada, añade un nuevo puesto vacante en la cumbre.
Por lo pronto, ya es una estrella. Si ya era un ciclista muy a tener en cuenta y con un año de nacimiento bien peligroso para ilusionarse (1999), todo lo que se destaque en el Tour magnifica todo por quince, siendo el mejor escaparate para que muchos ciclistas encuentren un mejor contrato o busquen las oportunidades de mejoras de contrato que un triunfo parcial o una buena clasificación casi garantizan. Pidcock debe aprovechar la ola en un sentido o en otro y definir qué clase de corredor quiere ser de aquí en adelante. En este desdibujo que parece sumirse puede estar perdiendo la ocasión de ser realmente grande en uno u otro lado. Mientras tanto, parece que su talento quedará diluido en diferentes muestras y dispersiones.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: ASO / Pauline Ballet