Historia Ciclistas

Tony Rominger, a puro desarrollo

La carrera de Tony Rominger es un caso bastante atípico dentro del ciclismo de alta competición. Su paso al profesionalismo lo dio con 25 años, a punto de cumplir los 26, edad con la que muchos de sus colegas de profesión empiezan a cosechar sus mayores logros, y sus primeros pasos dentro del ciclismo no fueron demasiado alentadores. La perseverancia de Rominger sin embargo, le haría luchar hasta conseguir hacerse un hueco en el Chateau d´Ax, en 1988. Una vez dentro de la estructura italiana, su presencia dentro del pelotón fue creciendo, y comenzó la temporada 1989 conquistando su primer gran triunfo: la Tirreno-Adriatico. A finales de la misma temporada, se proclamó vencedor del Giro de Lombardia, rubricando su primer año de éxitos de primer nivel. Al año siguiente, repitió victoria a orillas del mar adriático, pero no le sirvió para ganarse la continuidad en un equipo que tenía en sus filas a la naciente estrella del ciclismo italiano, Gianni Bugno. Toshiba se fijó en él para la temporada 1991, y él continuó obteniendo triunfos en pruebas prestigiosas como París-Niza o Tour de Romandia, pero seguía sin brillar en grandes vueltas de tres semanas.

Entonces, un nuevo cambio de equipo relanzaría su carrera a un nivel superior, y daría una nueva vuelta de tuerca en su tardía y longeva evolución. A una edad en la que muchos corredores piensan en la retirada, Tony Rominger iba a comenzar su hegemonía en tierras españolas, que le valdría para convertirse en uno de los hombres más destacados del ciclismo moderno.

Corría el año 1992, y en su nuevo equipo, Clas-Cajastur, el suizo se encontró con el director que le cambió la mentalidad, Juan Fernández. Un nuevo equipo, una nueva mentalidad y una preparación adecuada fueron los pilares sobre los que se asentó la primera de los tres triunfos consecutivos en la ronda española, donde además, se aprovechó del estrecho marcaje entre Juan Montoya y Perico Delgado. Aprovechó su oportunidad, y fue creyendo cada vez más en sus posibilidades.

Un año después volvió a ganar en duelo de tú a tú, con su compatriota Alex Zulle. Un ataque suicida en el descenso del puerto de la Cobertoria, junto a su compañero de equipo Iñaki Gastón, certificó el triunfo que le confirmó como vueltómano.

Y si competida fue su segunda victoria, no se puede decir lo mismo de la tercera y última. Un Rominger lleno de confianza en sus fuerzas dominó a sus rivales de principio a fin, sin dar apenas oportunidades a sus rivales.

Paralelamente a su conquista de la Vuelta a España, consiguió establecer una hegemonía parecida en las carreteras del País Vasco, obteniendo los mismos triunfos, y también de manera consecutiva. Y, por si fuera poco, además adornó esos maravillosos años con un nuevo éxito en tierras lombardas, y dejando en evidencia a los escaladores en su santuario, en Urkiola.

Llegado a 1995 Rominger cambió su programa en busca de objetivos diferentes, y en el Giro de Italia, lucho con el ruso Berzin y el letón Ugrumov – ambos militantes del equipo Gewis -, por un triunfo que significó su cuarta grande. Vistió la maglia rosa desde la primera hasta la última jornada, sufriendo un desgaste que le pasaría factura el resto de temporada.

El Tour de Francia fue su asignatura pendiente, y solo pudo saborear las mieles del triunfo en el año 1993. Puso en serios apuros a Miguel Indurain, y cosechó tres triunfos parciales – Serre Chevalier, Isola 2000 y Monthléry -, además de alzarse con el maillot de puntos rojos que acredita a su portador como el mejor escalador, y clasificarse en la segunda posición de la general final. En 1996 volvió a intentar un último asalto a la “Grande Boucle”, pero la etapa con final en Pamplona terminó por darle la puntilla en una edición que en la que había ido siempre a remolque. Sin embargo, se restableció del revés en un formidable mes de agosto, venciendo en la Vuelta a Burgos, y terminó en tercera posición, en la que sin duda, ha sido su carrera, la Vuelta a España. Un nuevo tercer puesto, esta vez en los mundiales de contrarreloj disputados en su país – concretamente en Lugano -, le dejó un sabor agridulce y puso el broche a un carrera especial y diferente.

Prolongó su trayectoria profesional hasta 1997, en el equipo francés Cofidis, con una temporada sin ningún éxito que destacar, perfectamente prescindible – más teniendo en cuenta que en el Tour de Francia se rompió la clavícula y tuvo que abandonar-.

Ambicioso y difícil de tratar en carrera, Tony Rominger rentabilizaba al máximo las oportunidades en su terreno, la contrarreloj, pero asimismo aprovechaba las debilidades puntuales de sus oponentes para hacer mayores las diferencias en la montaña, donde no tenía mucho que envidiar a los escaladores. Preocupado por crear una buena sensación de grupo, y agradecido a sus fieles escuderos, la fulgurante progresión de este amante de los desarrollos duros, toscos y potentes en Clas-Cajastur, posteriormente llamado Mapei-Clas, le catapultó a las primeras páginas de la prensa especializada, y a los primeros puestos de la clasificación de la UCI, pero sobre todo, se consagró como uno de los grandes nombres de la primera mitad de la década de los 90.

Actualmente este políglota – habla con soltura seis idiomas -, se dedica a las labores de comentarista en la televisión, y ejerce como intermediario-representante de ciclistas profesionales, lo que le permite seguir ligado a un deporte que es su pasión.

Escrito por Federico Iglesia
Foto: Sirotti

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