Es una Vuelta que marca una ruptura con lo que había sido esta carrera en el pasado y lo que iba a comenzar a ser en el futuro. Podríamos decir que la Vuelta se hace mayor. Ya el estreno de los Lagos de Covadonga en 1983 le dio un importante impulso, ahora multiplicado con la irrupción del Angliru, equiparando su montaña, de una forma más ficticia que real, a la de Giro y Tour gracias a la aparición del gran coloso asturiano.
El mismo Marco Pantani, decepcionado tras la presentación del Tour en el que debía portar el dorsal número uno como último ganador, afirmó que deseaba correr la Vuelta, mucho más adaptada a lo que él buscaba. Después no podría competir debido a los fantasmas que le atormentarían tras su expulsión del Giro de Italia. Se van a vivir muchas cosas durante aquel 1998 y arranque de 1999 que iban a ejercer gran influencia sobre aquella Vuelta. El ‘caso Festina’, la Vuelta de 1998 con la explosión del fenómeno ‘Chava’ y donde el ciclismo español recuperó el autoestima en un momento difícil por ser la era post-Indurain y tras siete años de sequía en la carrera de casa. Olano puso el cascabel al gato e iba a ser el gran favorito. Un ciclista que se marchaba de Banesto a la ONCE, no sin polémica y tras el enfrentamiento con Jiménez, magnificado por la prensa, que iba a dividir a los aficionados entre ambos ciclistas.
Por si fuera poco, la no participación de Jan Ullrich en el Tour le iba a encaminar a tener que salvar la temporada en septiembre. Así como a un Pavel Tonkov que venía de enfrentarse duramente con Pantani y todos los italianos en Giros anteriores. Zulle, Escartín, Dufaux y Casero, a excepción de Armstrong, los primeros clasificados del Tour. Es más, el sexto fue Olano, dorsal número uno, y séptimo Nardello, que también formó parte de aquel pelotón y obtendría una victoria de etapa. Frank Vandenbroucke era otro de los ilustres, acompañando en el Cofidis a Bobby Julich. De los españoles estaban todos, con el Kelme muy motivado después de subir a Fernando Escartín al cajón de París, y con Roberto Heras alcanzando su madurez deportiva.
Vitalicio venía de un año magnífico en cuanto a resultados y lo iba a corroborar en la primera etapa, un prólogo de seis kilómetros por las calles de Murcia que se iba a llevar Igor González de Galdeano, ganándose el derecho a estrenar el llamado maillot oro. Olano se ve perjudicado por salir en terreno húmedo y ya de noche. Un liderato que le duraría sólo una jornada, ya que Jacky Durand arrebataría la preciada prenda al vasco gracias a las metas volantes y las bonificaciones. No sin polémica con reproches a su compañero de fuga, César García Calvo, por dejarle pasar primero en los sprints intermedios. Gana Robert Hunter un sprint extraño por las caídas que daría paso al arrollador trueno de Marcel Wust, que firmaría un póker en esta primera semana de Vuelta.
Sin embargo, el protagonista de esos primeros días sería un humilde, un corredor del Relax-Fuenlabrada, Germán Nieto, que gozó de una escapada de más de 200 kilómetros para llegar escapado precisamente a la localidad que daba nombre a su equipo. El pelotón le dio alcance a menos de siete kilómetros para la meta, pero la calva del español quedó en la retina de muchos aficionados para siempre como ganador moral aquel día.
La llegada de la montaña camino de Ciudad Rodrigo eliminó a uno de los grandes favoritos, un Alex Zulle que sufrió un desfallecimiento. La ONCE, su ex equipo y en estado de gracia, no le perdonó la vida. En cambio, desde ahí se convirtió en protagonista con victorias de etapa y un papel decisivo. Ullrich ganó al sprint y Olano se enfunda el oro, logrando salir último en la contrarreloj de Salamanca, donde el campeón del mundo se llevaría un gran triunfo con casi un minuto sobre el teutón y una renta importantísima sobre todos los escaladores.
Y llegó el Angliru. Día de lluvia, niebla e incógnitas, por los desarrollos inéditos que se emplearon. Historia del ciclismo. 12 de septiembre de 1999. La montaña riosana copaba las portadas de los periódicos. Una repercusión mediática inédita. El puerto de Ventana comenzó a ver caídas en su descenso, ya en Asturias. La Cobertoria sería punto decisivo. Una bajada criminal donde medio pelotón se cayó al suelo. Escartín, gran favorito, y Luttemberger, el gran escalador de la ONCE, acabaron en el hospital. El grupo llegó roto a la base del Cordal, cuyo descenso vio a su vez a Olano caer fuera de la carretera. El líder, ayudado a volver entre la maleza, subiría sobre su bicicleta para realizar una ascensión al Angliru encomiable y alcanzando al grupo de elegidos mediada la subida. Tonkov se había marchado por delante entre el público, las motos, la niebla y la incesante lluvia. Parecía que tenía asegurado el triunfo, pero de la nada apareció Chava y de nuevo entre las motos batió al ruso in extremis. Olano, por su parte, fue capaz de salvar el día y distanciar otro minuto a Jan Ullrich. Parecía que iba a ser su año de nuevo.
La postrera etapa en Corrales de Buelna vio el triunfo de Laurent Brochard, ex campeón del mundo, y a Olano meter más tiempo a los escaladores por aprovechar un último descenso que parecía más enjabonado que mojado. El día de descanso fue aprovechado para balances y chequeos médicos, consecuencia del Angliru. Llegarían los Pirineos de la mano de Pla de Beret, con un cambio de tornas. Abraham Olano cedería treinta segundos ante todos sus rivales. Más que un golpe real, sería moral, tanto para el de Anoeta como para sus enemigos, que afrontarían crecidos la etapa reina. Volvían los fantasmas de pasados Tours y Vueltas.
Cantó, Rabassa, Montaup y Arcalís. Banesto pone paso cuartelero en Rabassa y descuelga a Olano. Un magnífico Alex Zulle destroza la carrera y hace que el líder tenga que perseguir y remontar un minuto con la ayuda de su equipo. Un esfuerzo que pagaría caro para ceder ocho minutos en meta con el ganador de la etapa, Igor González de Galdeano, que se elevaría a los altares atacando desde lejos por equivocación (Mínguez estaba dando la orden a otro compañero). Llegó a meta con un minuto sobre Ullrich, que era el nuevo líder en una cima mágica para él que ya le vio enfundarse un maillot amarillo que no abandonaría hasta París. Rassos de Peguera, una cima habitual en los 80, vio a Zulle ganar la etapa y a Ullrich confirmarse como gran candidato a ganar la carrera.
La etapa de Barcelona se vio alterada por la lluvia y el boicot de los corredores. Rosciolli se llevó el triunfo que le arrebató en Zaragoza Oustchakov. Ekimov ganó en Valencia y en Teruel Vandenbroucke abusó de Odriozola en la resolución de una fuga. Un belga que rompió la carrera en la salida de la siguiente, si bien todo se reagrupó, con abandono de Casero, bien clasificado. Llegaba la sierra de Madrid y un excelso Zulle rompería el pelotón de nuevo en La Morcuera. Ullrich se quedaba sin coequipiers y en la subida final sufría menos gracias a la ayuda de Frank Vandenbroucke, que sería su gran escudero también en la sierra abulense. Laiseka obraría un gran triunfo para Euskaltel, primero en una gran vuelta para el conjunto vasco. Muy importante para el desarrollo de esta estructura hacia lo que después fue.
Ávila fue una exhibición de VDB, ayudando al líder e imponiendo un ritmo endiablado en la subida a Navalmoral. Se marchó solo, se dejó alcanzar y dejó a todos de nuevo sentados en las murallas. Incontestable. En la crono entre El Tiemblo y Ávila cabía la duda de si Galdeano sería capaz de derrotar al teutón, estando a menos de un minuto. El de Telekom no dio opción, dobló al de Vitalicio y marcó unas diferencias que recordaron al Indurain de Luxemburgo. Ganaría su segunda grande y única Vuelta en Madrid un día después. Un podio con Igor en segundo puesto y Roberto Heras en el tercer peldaño, comenzando así una relación de éxito con la carrera. Chava y Tonkov se quedaron a las puertas del podio, confirmando unos nombres ilustres como éstos que le dieron a la carrera una dimensión histórica. Blijlevens cerró la cuenta en la capital.
Escrito por Pedro Gª Redondo
Foto: Sirotti