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Un Giro clave: los aficionados al ciclismo que deciden carreras

Es así de triste. Afirmar que algunos aficionados perjudican más que favorecen a este deporte con su presencia es una frase difícil de escribir cuando el ciclismo no es ni mucho menos de consumo tan masivo como el fútbol, ni tan reconocido como antaño, donde los ciclistas eran más héroes de lo que son hoy día, con un catálogo televisivo y de distracciones mucho mayor, entre otras cuestiones. Vamos, que no está en situación de echar a nadie. Lo que no es de recibo es que a las trabas que ya de por sí se autoimpone el ciclismo le añadamos los accidentes provocados por imprudencias del público, con consecuencias en ocasiones espantosas para la competición a la que acuden a aplaudir.

Acudir a ver una carrera de ciclismo es un hecho particular. Es entendible que exista apego hacia los animales y en ocasiones sus dueños les acerquen a zonas menos urbanas. Lo que no es tan entendible es que a la hora de ver la carrera en sí se despreocupen del estado de shock que para un perro puede suponer convivir durante minutos con multitud de ruidos como coches, bicicletas, aplausos… Cualquiera que haya tenido perro sabe de lo que hablo. No se sabe si el perro que envió al suelo a los Soudal Quick Step en la quinta etapa del Giro tenía dueño o se escapó de alguna finca cercana. Ni si el animal estaba suelto en presencia de sus dueños.

En todo caso, un hecho que nos puede robar la carrera. ¿Imaginamos un abandono de Remco? ¿O que no pueda luchar la clasificación general? Cuando se cayó de un puente en el Giro de Lombardía de 2020 fue una caída mucho más dura, no cabe duda. Pero también más fácil de digerir. Arriesgas y te caes, es la vida, es el destino. Es el juego. Pero cuando la caída y las consecuencias vienen de la mano de un agente externo que nada tiene que ver con el ciclismo, la rabia es mayor. Los meses de preparación, al garete.

No hay más que recordar episodios como el gato negro que se le cruzó (literal) a Marco Pantani en 1996 y que casi le cuesta su carrera deportiva. Le tocará a las organizaciones hacer más hincapié en estos asuntos, concienciar a los vecinos de las localidades de paso, lanzar avisos por megafonía, no sé. Con la de gente que va en motos y coches en las etapas de las Grandes Vueltas y que no haya nadie para este tipo de cuestiones…

Philippe Gilbert también tuvo sus más y sus menos por un asunto parecido. Joaquim Agostinho, campeón portugués, falleció debido a las consecuencias de un accidente también con un perro. En la Vuelta a España también hemos visto ese episodio de perros en carrera. Insisto, los animales no tienen por qué comprender cuáles son las consecuencias de sus actos, ni el lugar exacto en el que están. Pero sus dueños sí. Y son ellos los que deben pagar las consecuencias de estas irresponsabilidades que exigen un alto precio a pagar.

Pero no sólo los animales son los causantes de este tipo de caídas tan evitables. No nos hemos olvidado de OPI-OMI, ¿verdad? O de las caídas en París Roubaix por culpa por un lado de los ciclistas, que apuran a disputar por el barro cuando el trazado original es otro, por encima de los adoquines (para eso corres una Roubaix, ¿no?), y por otro de quienes no saben que los ciclistas año tras año apuran esos resquicios. Bien, casi año tras año vivimos estos episodios y nadie hace nada. En la propia Strade Bianche, organizada también por RCS, vimos un caballo correr delante de las corredoras de cabeza de carrera.

Muy célebres fueron las caídas de Lance Armstrong en Luz Ardiden en 2003, tras atacar en compañía de Iban Mayo y enviarle al suelo. También, aunque fuera de carrera, el placaje de un gendarme a Chris Froome en el descenso de la meta a los buses en pleno Col del Portet, en los Pirineos, en el año 2018, cuando aún era competitivo. En la Vuelta a España de 2017 un policía tuvo que intervenir con contundencia para que un aficionado no agrediese a los ciclistas.

Al final lo que vemos es un reflejo de la sociedad que nos rodea, cada vez más afectada por muchas circunstancias que desdibujan el sentido común, que es el menos común de los sentidos, como dice la frase hecha. Y mientras, se corren las carreras, que atraviesan de vez en cuando por la civilización. O sino la civilización viene a verte, da lo mismo.

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: Eurosport

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