Quienes han podido ver, sentir o vivir de cerca la organización de cualquier evento deportivo saben el esfuerzo que conlleva, los sacrificios que exige y los sinsabores a los que muchas veces hay que enfrentarse. En el mundo del ciclismo, y en este caso del ciclocrós, sacar adelante una prueba es una tarea titánica. Lejos de los grandes focos, hay que llamar a cada puerta para conseguir apoyos, trabajar a destajo para que el circuito luzca de la mejor manera posible, contar con la ayuda de la fortuna y hacer que todos los presentes disfruten de un día de deporte y competición. Nada fácil. Las trabas son muchas; las satisfacciones, en la mayoría de los casos, no tantas. Cuántas y cuántas carreras no han conseguido lograr continuidad y se han ido perdiendo con la misma efervescencia con la que nacían llenas de sueños de futuro. Por eso, que una prueba como el Ciclocrós de la Tenderina haya celebrado el pasado jueves 8 de diciembre su 52ª edición, tiene un valor incalculable.
La mañana del festivo día de La Inmaculada volvió a llenar el barrio ovetense de bicicletas. Después de unas últimas ediciones donde el agua dejó grandes imágenes, pero llevó al borde de la desesperación a muchos, esta vez el tiempo quiso poner también de su parte. No demasiado frío y no demasiada lluvia, solo esporádica, regalando luces y colores propios del bello otoño asturiano. Pudimos disfrutar de un circuito donde los corredores tuvieron ocasión de divertirse, con zonas técnicas y duras, en las que no había más que echar pie a tierra, alternadas con terreno para rodar y dar pedales.
Empezaba la jornada con los mayores, los máster 40, 50 y 60. Categorías de amantes del ciclismo y de la bicicleta que siguen disfrutando como el primer día; dando color, pasión y compromiso a cada prueba del calendario. Sus rodadas y pedaladas mostraban el camino a las siguientes mangas, pero también iban ablandando un circuito que causaría estragos. Las victorias de tres auténticos clásicos de estas lides como Iván Crespo, Marco Antonio Prieto Y Juan Carlos López Reguero estrenaban la línea de meta junto a los prados del Mercadín.

La mañana había empezado de la mejor manera y continuaría manteniendo el listón con una segunda manga en la que se aglutinaban diferentes y variadas categorías. La gran atracción estaba en la categoría élite femenina, con la participación de la Campeona de España, Lucía González, un referente del ciclismo nacional en la especialidad. La sierense demostró, como es habitual en ella, que no va a ningún sitio a pasearse y dio un auténtico recital en las campas carbayonas para lograr una nueva victoria que añadir a su dilatado palmarés. Destacable también la gran victoria de Canor Arboleya en categoría cadete, corredor llamado a tener un bonito futuro en el barro, que se impuso con más de un minuto de ventaja sobre Benjamín Noval, el hijo del célebre exciclista asturiano que fuera uno de los grandes gregarios de su época. Pablo Jiménez (Infantil), Lidia Castro (Cadete femenino), Ariadna Pandal (Júnior femenino) y Noelia González (Máster femenino) vencían también es sus respectivas categorías.
Al mediodía, con algunas gotas de lluvia amenazantes, pero que no mojaron demasiado y acabaron dando paso al sol, salía la categoría élite masculina. Mario Junquera ponía paso firme desde los primeros compases. Pese a los intentos de David Ovín de no perder el ritmo de su rival, el gijonés se mostraba intratable y vencía con holgura. Demostraba venir en forma y con ritmo de competición tras su periplo internacional, pues estaba recién llegado de disputar las Copas del Mundo de Hulst y Amberes. En esa misma manga veríamos también las victorias de otro clásico de las campas astures como José Luis Blanco Teleña, en máster 30 y del palentino Carlos Alcalde en júnior.
El fin de fiesta lo ponían las categorías más importantes, las de promoción y escuelas. El sol no podía más que dar luz para celebrar a los que deben ser el futuro de este deporte. Permitir a los más pequeños rodar en un circuito tan duro y atractivo es fundamental. Disfrutar, aprender y seguir criando el gusanillo de la bicicleta para poder continuar llenando de ilusión cada campa y cada “prao” por muchas ediciones más.

Pero volviendo a nuestra introducción, nada de ello habría sido posible sin el empeño y la entrega de todos aquellos que sacaron esta edición adelante. Cuando las bicicletas abandonan los praos, ya tatuados con los caminos marcados por el paso de los ciclistas, queda aún la ardua tarea de desmontar. Horas de frío y humedad desclavando estacar, recogiendo mallas, guardando tapones…
A quien escribe le consta que hubo muchos momentos en las que la prueba pendió de un hilo, pero la “cabezonería” y, sobre todo, la entrega de un grupo de irreductibles locos del pedal llevó la odisea a muy buen puerto.
Si el Ciclocrós de La Tenderina se ha ganado a pulso el sobrenombre de “La Catedral del Cx Astur”, es porque sus devotos, aunque cambien en número o en nombre con el tiempo, no la van a dejar nunca de lado.
Escrito por Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Fotos: Dani AP / Club Ciclista Tenderina