Carreras Clásicas

Van der Poel resuelve el Cluedo de París Roubaix 2023: su tercer Monumento

Pues Van der Poel cumple el pronóstico y se convierte en el octavo ganador holandés (o neerlandés, que dirían ahora) de la historia. París Roubaix nunca defrauda y si para las chicas propuso una especie de locura de caídas y situaciones de carrera inverosímiles, para los chicos lanzó su versión psiquiátrico, poco apta para cardiacos. También poco recomendada para aficionados del Jumbo Visma, que fueron los grandes perdedores de una carrera. Irónicamente, el equipo ha dominado la campaña de piedras, pero ha perdido la guerra en las dos pruebas reina, donde tanto Pogačar como Van der Poel han firmado su tercer Monumento.

Aquí comienza una bonita carrera espacial por ver quién de los dos se convierte en el primer ciclista no belga en coleccionar las cinco Bolas de Dragón que son los Monumentos. A Mathieu le faltan las más difíciles para sus características, que son Lieja y Lombardía. A Tadej, ídem con San Remo y Roubaix. ¿Alguien duda cuáles serán sus objetivos vitales a partir de la temporada próxima? El duelo está más que servido. Un motivo más para engancharse a estas carreras de un día que un año más no han decepcionado gracias a una generación excepcional de ciclistas que se batirán también a caraperro en el Tour de Francia, único lugar donde coincidirán de nuevo todos estos pedrusqueros asimilados.

Si vamos directamente a la carrera, hay que reconocer que quien comenzó proponiendo fue Van Aert. El belga hizo saltar todo por los aires en Arenberg, en un estilo a los superhéroes, incluso con un bote de humo naranja que tiñó el paso por el tramo. Tanto que se produjeron caídas en una imagen de helicóptero dantesca, en plena luz del día, con ciclistas naufragando en el pavé y seleccionando aún más una carrera que vista la altura que estaba cobrando ya no estaba al alcance de la gran mayoría. En cabeza quedó sólo un puñado de corredores, con Jumbo Visma siendo el mejor representado, con Van Aert, por supuesto, y su fiel escudero Christophe Laporte.

El francés, a la salida del tramo estrella de la Roubaix, pinchó y perdió comba, lo que llevó a un lamento generalizado. La suerte esta vez no estaba del lado de los neerlandeses; la tostada esta vez iba a caer por el lado de la mantequilla. Más aún cuando más adelante el mismo ciclista volvió a sufrir un pinchazo, quedando ya descartado de forma definitiva para la disputa de la prueba. Siete hombres en punta, dos de Alpecin Deceuninck, sponsor este segundo que parece haber robado a Quick Step su voracidad de antaño, y favoritos de la talla de Küng, Pedersen (inmenso), Degenkolb (sorpresa), los dos Alpecin (Philipsen y Van der Poel), Ganna y Van Aert.

De pronto, sucede lo inesperado. Llegando al Carrefour de l’Arbre, a menos de 20 kilómetros para el velódromo, Van der Poel adelanta posiciones para atacar al tiempo que Philipsen, en cabeza del grupo, se aparta hacia el mismo lado. Haciendo un sándwich a Degenkolb, que dejó caer al suelo su bicicleta primero, su cuerpo después y sus oportunidades de ganar durante. No hubo piedad con el alemán, que estaba siendo la sorpresa del DSM, un equipo desaparecido ante las grandes victorias. Las imágenes parecen dejar claro que es algo fortuito, que en la coincidencia de tres trayectorias en un mismo punto, sólo cabían dos. Los Alpecin tiraron al ganador de París Roubaix en 2015.

Van der Poel es el primero en ganar San Remo y Roubaix en un mismo año precisamente tras John Degenkolb, ¿no es ciertamente curioso y divertido el destino? En ese momento del caos, arrancó Van Aert. No se habla de si es ético haberlo hecho precisamente en ese momento o no, aunque no se sabe muy bien dónde están los límites y la moral de no hacer la carrera que tengas que hacer sin pensar en los infortunios o circunstancias de los demás. A duras penas llegó Van der Poel, marchándose ambos hacia la meta. Quedarían apenas 7-8 kilómetros nada más.

Lo inesperado volvió a suceder, el guion dio un giro total y torturó aún más a la dirección del Jumbo, en riesgo de ataque epiléptico. Van Aert pinchó y no hubo nada que hacer. Van der Poel, con un carácter bastante más ganador, ni se planteó parar a esperar a su máximo rival y ganó en solitario. El hueco de medio minuto fue absolutamente insalvable. Van Aert arrancó de nuevo e intentó todo por llegar, pero sólo le dio para ser tercero, batido en la llegada por Philipsen, que hizo un carrerón.

Van Aert debería reflexionar. Cierra la campaña de clásicas y piedras con una única victoria en E3. No es un ciclista para ir regalando victorias, menos aún cuando su último (y único) Monumento data de 2020, de aquella San Remo celebrada en agosto. Exhibiciones en el Tour, victorias aquí y allá, pero al final nada en claro. Siempre persiguiendo, casi siempre a la contra. Injusto con su altura, injusto con el lugar que la historia tenía reservado para él. Dejaremos de insistir.

Van der Poel es el nombre de la primavera junto con el de Tadej Pogačar. París Roubaix es mucho y el adoquín ha ido de nuevo a Países Bajos, con un Van Baarle que ha estado ausente en esta temporada de clásicas. Pedersen y Philipsen suben enteros para el futuro, y los Movistar han estado lejos del lugar que prometían en las previas. No les acompañó la suerte, aunque la buscaron de salida con Lazkano. Otro año será. Roubaix siempre vuelve y siempre da para ilusionarse antes, disfrutar durante y debatir después.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / Pauline Ballet

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