Las personas mayores son propensas a repetir historias. En el caso de mi abuela Mercedes su preferida era una en la que ella era la protagonista. Como profesora de Literatura Española impartió, de modo altruista, clases de recuperación a unos alumnos —cuyas familias no nadaban en la opulencia— que necesitaban poco menos que un milagro para superar la asignatura en septiembre, ya que sus conocimientos eran escasos y no había tiempo material para que asimilasen tanto contenido.
Mi yaya tomó una decisión arriesgada: mejor preparar a conciencia un tema que revisar deprisa y corriendo la totalidad de la materia. Caprichos del destino en el examen fue a caer ese tema, el aprobado fue general para el grupo y mi abuela terminó siendo beatificada por las madres de sus estudiantes.
El comienzo de este artículo que en principio no tiene nada que ver con el ciclismo es intencionado para hacerle ver al lector la prioridad que puede tener en algunos casos la calidad ante la cantidad. Así sucedió con la valoración como corredor de Frank Vandenbroucke por muchos aficionados del mundo del pedal: dejó pocos momentos memorables… ¡Pero qué momentos!
Existe una teoría según la cual las estrellas del Rock & Roll corren un mayor riesgo de suicidio en sus siete primeros años de carrera profesional. Transcurrido ese periodo, la probabilidad de quitarse la vida decrece de manera exponencial. Nuestro protagonista VDB —acrónimo de Vandenbroucke— se comportó literalmente como una diva del panorama musical, ya que desgraciadamente a los doce años de su carrera — en 2007— intentó tomar un atajo en el inexorable camino que lleva a todo ser humano a ser visitado por la Parca. Este intento resultó fallido pero no así el que aconteció dos años más tarde. Si bien su muerte es un misterio sin resolver, pese a los cientos de pesquisas realizadas, el quid de la cuestión residió en la tendencia suicida de una cabeza mal amueblada.
Franky nace en el seno de una familia ciclista en el año 1974, Su tío Jean-Luc es el director del equipo Lotto y su padre Jean-Jacques ejerce de mecánico en dicha escuadra. Pese a tener un origen valón esto no va a ser impedimento alguno para que sea totalmente venerado por la región flamenca, la verdaderamente entendida y fanática del mundillo de la bicicleta.
Apenas da sus primeras pedaladas se hablan maravillas del muchacho y de su posible futuro como corredor. En el año 89 el aviso para navegantes es definitivo, se celebra el Mundial de Chambery y VDB —en edad de cadete— en uno de los días previos se pone a dar vueltas al circuito como un globero más y se topa con los integrantes de la selección nacional de su país.
Criquielion, Bruyneel, Van Hooydonck o Sammie Moreels consideran una ofensa que el muchacho sea capaz de rodar a la par que ellos en una fase en la que están soltando piernas por mor de no castigarlas a pocos días de la gran cita. Fruto de esa irreverencia los miembros de la selección belga se saltan el protocolo y deciden meter una marcha más, hay que poner al mocoso ése en su sitio. Pero el pueril rival puede seguir su ritmo y sus improvisados compañeros de grupeta terminan claudicando: aquí hay una estrella.
Vandenbroucke en edad juvenil es un ciclón y recibe múltiples alabanzas de los equipos profesionales. La idea inicial de su tío Jean-Luc era dejar madurar al zagal antes de llevarlo al profesionalismo, pero ante la amenaza inminente de que se lo “roben” los conjuntos rivales se ve obligado a tomar una drástica decisión: subirlo al equipo élite con apenas 19 años. Esto supone que Frank casi se va a saltar por completo la importantísima etapa de formación en todo deportista, el campo amateur. Casi se puede decir que VDB pasa de juvenil a profesional. En este caso es una precocidad equivalente a la de otro deportista malogrado: Kobe Bryant.
Figuras actuales como Evenepoel o Pogacar han tergiversado por completo lo que era en los 80-90 el salto al profesionalismo de un ciclista, el corredor tenía que hacer una “mili” previa para poder adaptarse al ritmo de la nueva categoría y el primer año se consideraba de puro aprendizaje. Como ejemplo tenemos lo desapercibido que pasó una leyenda como Johan Museeuw en el 88, su año de debut.
En este contexto tenemos que Franky no sólo no pasa desapercibido en su primer año Pro sino que consigue su primera victoria en el Tour del Mediterráneo y ante una pléyade de figuras, principalmente los integrantes del GB-MG que en los días previos atemorizaron a sus rivales con un “quintuplete” en Pierrefeu.
Conforme avanza en su carrera profesional nuestro corredor valón se sigue saltando fases. Si con diecinueve años ya llegó su primer triunfo con apenas veintiuna primaveras cumplidas va a cerrar la temporada 96 con un total de trece victorias. Estamos hablando de unos números absolutamente de capo consagrado si dicho registro lo alcanza un corredor no esprínter.
Pero los superpoderes de nuestro “prota” llevan de serie una fama muy mal digerida que ya propició que a mitad de la temporada 95 traicionase a todo su clan al marcharse a Mapei, el equipo archienemigo del equipo dirigido por su tío. Con la escuadra de sede Italiana —pero para las clásicas con esencia belga— va a seguir progresando y así llegaran triunfos en carreras como París-Bruselas, Scheldeprijs o Gante-Wevelgem.

Pero si hay una carrera en la que Vandenbroucke enrolado en la escuadra Mapei da un puñetazo en la mesa es la París-Niza del 98. Tras tres años en los que Jalabert ha tiranizado la carrera Franky consigue derrotar al corredor de Mazamet. La cotización del belga va a subir como la espuma y va a desembocar en un verdadero hype en la Vuelta a España 98. En su primera Gran Vuelta va a ser etiquetado como corredor cinco estrellas y el la primera en la frente va a ser épica: en la etapa inicial va a dejarse una minutada y terminará retirándose de nuestra gran ronda nacional con el rabo entre las piernas.
La convivencia de VDB con las estrellas de Mapei es insostenible, ello va a provocar que en la temporada 99 emigre a Cofidis donde vamos a presenciar al Vandenbroucke más icónico y recordado.
Esta fase narrada de forma detallada daría para ocupar la totalidad de la revista. No vamos a profundizar en momentos archiconocidos como la “carnicería” de Navalmoral o su duelo con Bartoli en Lieja. Por el hecho de no ser tan conocidos procedemos a comentar dos carreras de esta temporada en las que Franky dejó su sello.
Het Volk era la carrera de apertura del calendario belga, VDB se enfrentaba por primera vez a sus excompañeros. Una vez superado el último muro —Molenberg— se encontraba en clara desventaja numérica: un verdadero solo ante el peligro rodeado de corredores de Mapei, Lotto y Farm Frites. Franky decidió que la mejor defensa era un buen ataque, se marchó junto a Wilfried Peeters y a partir de ahí se inició una persecución de todos contra él; Peeters por supuesto se convirtió en una verdadera lapa. Consiguió no ser engullido por el grupo de perseguidores y parecía que Wilfried se lo iba a ventilar al sprint fruto de su ahorro energético en todos los kilómetros finales a rueda. Pero nos encontramos con que la arrancada de Franky no tiene respuesta de su rival: humillación pura y dura a sus ex de Mapei.
La actuación de Vandenbroucke en la Vuelta a Flandes no es tan recordada por el hecho de que no terminó siendo el ganador, pero no por ello su prestación atlética deja de ser antológica. El guion de la carrera fue roto por completo con un Cofidis que tenía contra las cuerdas a Mapei fruto del corte provocado con las figuras rivales completamente en fuera de juego.
Pero una caída en el Paddestraat de Gaumont —gregario y amigo fiel de Franky— rompió la armonía de la fuga y una posterior caída de VDB en el Molenberg dejó todo el gasto del corredor valón con un balance de mucho gasto y nula recompensa.
Pese a todos los percances vividos llegó a la base del Muur totalmente metido en carrera: el más fuerte en la “Capilla” debería ser el ganador. Pero una montonera pilló de lleno a todos los corredores menos a Van Petegem y Museeuw. De modo que el resto de rivales quedaron, en principio, eliminados. Pero Vandenbroucke con una subida antológica al Bosberg pudo conectar con cabeza de carrera para al final “sólo” poder ser segundo en la meta de Meerbeke.
Transcurrido este mágico 99 VDB entró en una espiral de autodestrucción que con la salvedad de la temporada 2003 desembocó en una trayectoria mediocre hasta llegar al trágico desenlace de 2009 mentado en los primeros párrafos.
Para muchos aficionados Vandenbroucke es un corredor sobrevalorado ya que por palmarés puro y duro está a años luz del Olimpo Ciclista. Pero para otros, principalmente los románticos, VDB viene a ser como esos grupos de música que con apenas 3-4 LPs han logrado dejar un legado inolvidable.
Yo desde luego que me hallo entre los segundos.
Escrito por: Miguel González (@gzlz11)
Fotos: Sirotti
Incluido en el nº2 de HC Magazine
Un mito VDB