Ciclistas

Vincenzo Nibali, el Gimondi dello stretto

No se marcha un corredor cualquiera. Con 17 años como profesional a sus espaldas y tantos trofeos en el baúl. Hemos asistido a algo histórico, que ha sido la trayectoria de un fenómeno que ha trascendido su fama. Los ciclistas pasan, las leyendas permanecen. Dentro de muchos años diremos aquello de ‘Yo vi correr a Nibali’ encubierto en todas esas frases de ‘todo esto antes era campo’ y demás recuerdos de abuelos cebolleta.

Lo que sí parece es que Lo Squalo ha marcado una época y ha supuesto el final de otra, ya que el vacío que a su espalda queda va a ser frío y largo. Italia tiene motivos para preocuparse. Aún así, quedan espinas. Pese a ser todo un ganador de las tres Grandes Vueltas, se le desluce el mérito debido a algunas victorias por incomparecencia que ha logrado. Por ejemplo, el Tour de Francia que colea en su palmarés y que ganó en buena lid.

Nibali gana en Andorra su única etapa en la Vuelta a España © Photogomezsport

Se le reprocha que en aquella cita del mes de julio de 2014 sus rivales le dejasen vía libre para dominar a su antojo a sus rivales. Lo que se obvia es que el siciliano ya estaba de amarillo cuando Froome o Contador sufrieron sus respectivas caídas. Nairo Quintana, el escalador que marcaba las diferencias entonces declinó la oportunidad de ganar el Tour, por lo que ni siquiera formó parte del pelotón que inició la ronda gala en Leeds (Inglaterra). Que no hubiese renunciado.

Qué culpa puede tener Nibali por ello. Se llevó cuatro etapas con la autoridad de los tiranos y no dejó resquicio alguno. Ocaña aprovechó una ausencia de Merckx para ganar el Tour. Gimondi también la de Anquetil. Al transalpino también se le devaluó esa gesta, como si vencer a su gran rival, Poulidor, fuese alguna vez tarea sencilla. En otra coincidencia, ambos ciclistas italianos ganaron su edición del Tour cediendo el maillot amarillo únicamente durante dos jornadas a lo largo de las tres semanas.

Nibali luce el amarillo tras vencer en Sheffield (Reino Unido) en el Tour de Francia © Sirotti

Vincenzo fue mucho más que una victoria en el Tour. Pese a convivir con Sky en su época dorada, ha sido
una de sus criptonitas. Su ciclismo de inspiración hacía que sus aparatos perdiesen el control de las situaciones. Dos Giros le contemplan, logrados ante buenos ciclistas y con autoridad. También una Vuelta, carrera con la que tenía un idilio especial.

Se llevó la de 2010 en lo que supuso su estreno como gran líder. Después debió ganar alguna más. Perdió ante dos angloparlantes como Horner y Froome, pero esa manera de perder le hacía ser un ciclista todavía más admirado. Ese ataque en lo duro del Angliru cuando con aguantar a su rival y robarle la bonificación le valía dignificó una derrota que seguramente hubiese llegado de igual forma. Eso le distinguió. O las dos derrotas del Giro 2011 primero ante Alberto Contador y después ante el llorado Michele Scarponi.

La búsqueda del primer puesto y ese inconformismo tan suyo le llevó a perder ese segundo puesto que le hubiese dado el Giro en los despachos. Pero para Vincenzo, ganar así no es ganar. Ahora pasa a una dimensión difusa il campione de Messina.

Escrito por Jorge Matesanz

Foto de portada: Sirotti


Especial Vincenzo Nibali (2005-2022)

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