Quedan escasas fechas para la presentación del recorrido que la Vuelta a España pondrá sobre la mesa de cara a su edición de 2023. Un trazado del que ya se conocen bastantes detalles, como que sale de Barcelona el sábado 26 de agosto con una contrarreloj por equipos y finalizará tres semanas más tarde en Madrid con el clásico paseo del último día. Las confirmaciones han ido retorciendo rumores de aquí y de allá, haciendo girar el clásico mapa mil veces, pero lo que sí parece claro es el paso por los Pirineos que la ronda española está terminando de perfilar.
La tercera etapa ya estará en suelo andorrano, con ascenso a algunos puertos de la cordillera. Aún no se conocen los detalles, pero sí se sabe que será una etapa dura, como todas las que llegan al pequeño país de los Pirineos y que servirá como primer filtro para los hombres de la general. Por primera vez los Pirineos estarán divididos en dos partes independientes una de la otra. La situación poco tendrá que ver en ambos bloques. Por medio habrá pasado algo más de una semana. Portalet, Aubisque, Tourmalet, Issarbe, Larrau, Piedra de San Martín y San Miguel de Aralar conformarán un grupo de tres etapas que si bien no pueden considerarse completamente pirenaicas, sí que conforman un tramo de la carrera magnífico, de gran nivel, pese a que alguna de las etapas carezca de un kilometraje más adecuado para las etapas reinas de una gran vuelta.


¿Es el mejor tríptico pirenaico de siempre? Entra en juego un claro componente subjetivo. Tampoco históricamente la Vuelta a España ha sido un vergel de etapas pirenaicas tan bien tiradas. En 1983 se disputaron varias etapas en estas montañas que separan España de Francia. La primera con meta en Castelar de N’Hug, en plena ascensión a La Creueta, y la segunda con el propio puerto que sirve de puerta a la Cerdanya, el interminable Cantó, la entonces durísima Bonaigua y descenso frenético a la meta de Vielha. Hinault, Lejarreta, Alberto Fernández y demás a mordiscos por estas cuestas. Un tercer día protagonizado por la media montaña hacia Sabiñànigo boicoteada por la nieve y un plante de los ciclistas precedieron a una interesantísima cronoescalada a Panticosa.
Hasta los años 1992 y 1995 no se celebraron etapas pirenaicas de entidad. De nuevo los puertos franceses, que se estrenaron en la Vuelta como elementos decisivos. Portillón, Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Luz Ardiden fueron un acontecimiento para una carrera que no tenía precisamente esas etapas tan duras y características de las otras dos grandes. No es que en España no hubiese montañas de entidad para conformar perfiles tan interesantes, pero eran constantemente ignoradas por la organización. Bonaigua y Pla de Beret precedieron a los colosos franceses, éstos sí en suelo español.

Pese al diseño original de la Vuelta’98, con pasos por Andorra, Cerler y la réplica de la Quebrantahuesos, los acontecimientos del ‘affaire Festina’ obligaron a variar la ruta y suprimir el paso a Francia. Los Pirineos mejorarían en 1999, con un tríptico durísimo que incluía, además de las llegadas a Pla de Beret y Rassos de Peguera, una etapa reina de verdad, con salida en Sort y meta en Arcalís. Por el camino, Cantó, Rabassa, Montaup y Arcalís. Sin descanso, montaña arriba, montaña abajo.
La etapa se repitió en el año 2000, sin el Cantó y con una jornada previa que subía La Creueta y finalizaba en La Molina. En 2001 repitió esta última etapa con una segunda cuya meta estaba situada de nuevo en Andorra. El Pirineo francés sirvió de antesala al interminable ascenso a Envalira. La llegada en Pal. Como postre, la cronoescalada a Arcalís, última victoria de Chava Jiménez.

Corría el año 2003 cuando la cordillera regresó a la ruta de la Vuelta. En un supuesto homenaje al centenario del Tour de Francia, la ronda española pisaba suelo francés para dirigirse a Cauterets. Una etapa que subía Monrepós, el Portalet y el Aubisque. Al día siguiente, un nuevo serrucho con Aspin, Peyresourde y Portillón camino de Pla de Beret. El tríptico lo completó la etapa de Envalira, donde el viento fue más protagonista que las subidas. Ganaron Rasmussen, Joaquim Rodríguez y Alejandro Valverde, noveles en las victorias en la Vuelta.
Las siguientes etapas de interés en los Pirineos a nivel global vendrían de la mano de la edición de 2008. La Rabassa en dos ocasiones, con meta en el segundo paso hasta Naturlandia, más la dura etapa de la Bonaigua más Pla de Beret, conformaban un bloque cerrado por un día de media montaña camino de Sabiñánigo y la siempre difícil cima del Serrablo. Cinco años después se volvió a diseñar un tríptico pirenaico en condiciones, con otra etapa andorrana, pasando por Envalira, Ordino, Comella y final en La Gallina. Seguida de un etapón de 230 kilómetros con Cantó, Bonaigua, Bales y Peyragudes. Formigal cerró la serie, al igual que en 2016, cuando la etapa del Aubisque, quizá la más dura realizada en suelo francés por la ronda hispana, precedió la gesta de Contador y Quintana.

Un año antes se celebró la etapa más dura tal vez de la historia de la Vuelta, en Andorra y con más de 5000 metros de desnivel. Seis puertos y triunfo para Mikel Landa el día que Tom Dumoulin confirmó su aspiración a ganar una grande. En Andorra también se cerró la Vuelta 2018, con dos etapas en el Principado: Rabassa unipuerto y un raid montañoso con Beixalis, Comella y Ordino y nuevo final en La Gallina (Santuario de Canolich). Desde entonces los Pirineos no han gozado de una presencia excesiva más allá de la durísima etapa de Els Cortals d’Encamp en 2019 o el diluvio sufrido en Formigal debido a la modificación del itinerario por el coronavirus y la imposibilidad de pasar a Francia para celebrar la etapa del Tourmalet.
Tras dos años de ausencia, regresan los Pirineos, y lo hacen con más fuerza que nunca. Tres etapas que marcarán el devenir de la edición 2023. ¿Son los mejores de siempre? Ahí cada uno podrá juzgar con la información en la mano y producir una respuesta a la pregunta. Desde luego, están, como bloque, ubicados en un puesto muy alto del ranking, aunque sí podrían considerarse los más decisivos, por tener puntos de ruptura diversos a lo largo de sus etapas. Aubisque y Larrau pueden ser oportunidades de destrozar el pelotón de forma temprana. Habrá que ver si hay piernas y ganas. El terreno, desde luego, estará.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: ASO / Thomas Maheux