Carreras

Vuelta a Burgos, la importancia de saber encontrar tu lugar

Cuando el mes de julio termina y con él los recuerdos del Tour de Francia se desvanecen, da la sensación de que la temporada ciclista ha llegado a su fin. Los periodos vacacionales nos distraen, nos hacen prestar nuestro tiempo a otros menesteres que no sea el ciclismo profesional. Por ello los deportes más intensos durante el año, como pueda ser el fútbol, aprovecha para ir despertando poco a poco de su letargo. Sólo los Juegos Olímpicos, por aquello de celebrarse cada cuatro años y ofrecer tanta variedad de disciplinas que hasta los más aburridos podrían distraerse.

En ese contexto arranca un año más la Vuelta a Burgos. Una carrera que se celebra entre guerras, entre dos grandes vueltas cuando el calendario es menos generoso para encontrar días de competición. Las piernas de los ciclistas, ya castigadas tras ocho meses de batallas y sufrimientos, van pidiendo descanso. Por eso, que esta prueba no sólo siga en pie, sino que temporada tras temporada, agosto tras agosto cobre mayor relevancia no sólo tiene mérito, es un auténtico milagro. 

Mientras las carreras en España van escaseando, desapareciendo o sufriendo para salir adelante, esta Vuelta ha estado firme en el calendario. Los momentos difíciles lo han sido para todos, pero el hecho de haber tomado decisiones correctas les ha hecho sobrevivir como una de las carreras fuera del World Tour con más prestigio de todo el país. Y la clave ha estado en saber leer la situación, en saber ubicarse como una carrera de preparación para la Vuelta a España, la grande que viene. Para ello, un formato fácil y sencillo: llegadas en alto donde los favoritos pueden hacer sus propios tests, etapas llanas donde rodar con el buen tiempo de la meseta castellana a estas alturas de verano, y en ocasiones una contrarreloj que permitirá probar materiales, watios, referencias. 

Haber encontrado su rol hace de Burgos una carrera con un gran valor añadido. Nunca hubiese experimentado este crecimiento de haber cambiado a fechas más benignas en lo climatológico o buscando un formato diferente. La Vuelta a Asturias, admirada y valorada, tiene, entre otros, ese problema. Fagocitada por lo inminente del Giro y coincidente con el descanso de los grandes corredores, se ha quedado en tierra de nadie. Tal vez un traslado al mes de agosto, incluyendo quizás alguna de las etapas que la Vuelta a España tiende a ubicar en el Principado (todas de montaña), les permitiese crecer como lo ha hecho Burgos. 

Tampoco es justo decir que la ubicación de la prueba en el calendario es el único mérito de la organización. Cuidar el detalle es una de las máximas cualidades, así como no caer en el tedio y la comodidad que sí ha absorbido a otros otrora exitosos organizadores son sus grandes bazas. El apoyo de la Diputación también ha sido clave, así como la alineación con la Vuelta a España y un Javier Guillén clave en sostener un calendario nacional donde la Vuelta a Burgos brilla con especial intensidad. 

Escrito por  Lucrecio Sánchez  (@Lucre_Sanchez)

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