Historia Vuelta

Vuelta a España de 1990: salta la sorpresa y Marco Giovanetti derrota a Pedro Delgado

La Vuelta a España vivía unos años apasionantes con los duelos de Pedro Delgado contra rivales extranjeros, que era lo que echaba al aficionado a las calles y transmitía esa pasión de tomar partido por el ciclista español, además y por si fuera poco el ídolo de masas del momento, que venía de ganar la edición anterior de la Vuelta y de protagonizar momentos estelares en aquel Tour de Francia cuyo prólogo inició con un retraso aproximado de tres minutos. En todo ese contexto, la temporada de 1990 suponía para el segoviano una nueva oportunidad de refrendarse como uno de los mejores ciclistas del mundo, al menos en lo que a vueltas de tres semanas se refería.

El líder del poderoso Banesto se presentaba en la salida de la Vuelta’90 de Benicàssim con dos victorias bajo el brazo en estos primeros meses de la temporada, incluyendo un triunfo en la etapa reina de la Setmana Catalana con meta en Andorra la Vella. Había estado activo en las clásicas, con presencia en Milán San Remo y las Ardenas, lo que hacía presagiar que Delgado iba a ser el rival a batir. Ante el campeón segoviano se oponían algunos clásicos como Marino Lejarreta, Lucho Herrera, Fabio Parra, su gran rival de 1989, y un ciclista que no entraba en las quinielas, pero que vaya si tuvo cosas que decir como era Marco Giovanetti, líder del Seur.

Venía de ser top ten en el Giro de Italia de los últimos años, pero nadie imaginaba que pudiese ser un rival para los españoles, que, junto a los colombianos, eran los máximos favoritos no sólo a ganar, sino a dominar la carrera de cabo a rabo, como solía suceder por otra parte en aquellos años. La Vuelta seguía celebrándose aún en abril, con final el 15 de mayo (día de San Isidro) en la capital madrileña.

El inicio se producía con los prólogos por tríos, una modalidad a caballo entre la crono individual y la por equipos. El Banesto, con Induráin y Gorospe, iba a apoyar a Perico perfectamente, mientras que la ONCE de Ruiz Cabestany, Fuerte y Mauri daba el primer zarpazo.

El ucraniano del Alfa Lum, Viktor Klimov, prácticamente un desconocido en ese momento, se alzó con el liderato en la descontrolada etapa de Castellón, primer sector de la segunda etapa. Los ocho minutos de ventaja para la fuga en la que se filtró el nuevo líder le dieron para resistir varios días en la vanguardia de la clasificación. Incluso tras la eterna subida a Sierra Nevada (donde ganó el francés Esnault) resistió el maillot amarillo en lo alto de la clasificación. Allí, pese a alguna escaramuza en la subida final, los favoritos llegaron todos de la mano, con Fabio Parra marcando de cerca a Pedro Delgado y Lucho Herrera dejándoles de rueda en el último esfuerzo.

Un día más tarde se celebraba una etapa maldita hasta la fecha, la que llegaba a Ubrique. En 1986 se programó, con el notable ascenso al puerto de Las Palomas, pero los ciclistas propusieron un plante y aquella etapa quedó anulada, con uno de los puertos más bonitos de España aún entonces por estrenar. En 1990 se iba a hacer realidad, además de célebre. Era un día de media montaña, con muchos ciclistas peligrosos insertados en una poblada fuga que llegó a meta.

Jesper Warre se llevó la etapa, pero la carrera iba a estar detrás. Banesto pensó que había sido más listo que los demás por ubicar a Julián Gorospe en la escapada y con el vasco tomar el liderato. Con él iban ciclistas de la calidad de Néstor Mora o Jon Unzaga, pero también Marco Giovanetti, que era un gran peligro al que no se le concedió la importancia necesaria. “Ya caerá”, pensaron. Finalmente quien iba a caer era el ciclista de Banesto Gorospe, líder y que afrontó la montaña con una importante ventaja con respecto a los favoritos.

El problema fue que Giovanetti también, y voilá, no podrían con él. En la meta de San Isidro, en Asturias, ganaba un barcelonés como Carlos Hernández y el maillot amarillo cedía sus opciones, entregando el maillot de líder al italiano del Seur de Maximino Pérez y Álvaro Pino ese año, que ya estaba en cabeza. El gallego hizo un trabajazo en la subida asturiana. Desde ese momento, con Gorospe ya fuera de la lucha, Delgado corrió más al ataque e intentó desbancar al nuevo maillot amarillo. Pero no habría manera.

No importaba en cuántos escenarios se enfrentaran: Naranco, Cerler… los clásicos de esta carrera. Todas y cada una de las veces el transalpino cedía tiempo, sí, pero siempre de forma medida y calculada para resistir las embestidas de un Delgado que ya corría a la desesperada. De nada serviría la cronoescalada a Valdezcaray. Era la segunda edición que no subiría a los Lagos de Covadonga tras su estreno en 1983, un hecho que iba a pesar en la ausencia de montaña realmente decisiva en la que el jefe de filas de Banesto acabase por distanciarse de su gran rival.

En la contrarreloj de Zaragoza el español le metería un buen bocado a la diferencia que aún poseía Marco en la general, pero claro, en la montaña apenas había separación entre ambos. En la Sierra de Madrid hubo batalla, pero Seur y un enorme Jon Unzaga salvaron la papeleta al líder. Giovanetti le ganó la partida a Delgado por casi un minuto y medio. La fuga de Ubrique había sido decisiva (unos cuatro minutos largos de ventaja) y lo que se pensaba como una jugada maestra del Banesto fue un error fatal que les dejó sin obtener la victoria en la Vuelta, la que hubiese permitido a Perico en aquel momento establecerse a la cabeza de ganadores absolutos de la ronda española con tres triunfos.

Giovanetti compitió en el Giro y finalizó tercero, lo que demostró que en el italiano había ciclista y que su victoria no era flor de un día como era visto por la prensa española de aquellos momentos. Anselmo Fuerte fue el tercero del podio de Madrid y nombres como Induráin (séptimo final) o Tony Rominger (16º, pero muy presente en las victorias de etapa) comenzaban a estar presentes. El navarro, que fue un gregario impagable para Delgado en montaña, lucharía por la victoria un año después y el suizo se establecería como el recordman sólo uno más tarde. Buenos ciclistas en fase de fermentación.

El italiano había sido campeón olímpico junto con la Selección Italiana en 1984 y aún de amateur. Dos años más tarde sería 4º en la Vuelta y mostró buenas maneras en las generales de las vueltas por etapas, siendo también campeón de Italia. Un país que desde que Felice Gimondi ganase la Vuelta en 1968 sólo había disfrutado del triunfo de Giovanni Battaglin en 1981. Los transalpinos tardarían en repetir este triunfo, ya que hasta la irrupción de Nibali en 2010 nunca subieron a lo más alto del podio en ese periodo intermedio.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: El Confidencial / Movistar

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