Existe una isla que durante casi un siglo fue inglesa. Aquel dominio mantiene su influjo en la idiosincrasia del lugar. Es una isla apacible, donde el tiempo parece haberse detenido. Es una isla mediterránea, bella al natural, sin filtros, donde el aire se siente inmaculado en su literalidad, donde los rayos del sol penetran con toda su pureza, regalando al día una luz limpia a un paisaje ya de por si armonioso, al amanecer y al crepúsculo de cada día. Hablamos de Menorca, Reserva de la Biosfera.
Y cada año, un entusiasta llamado Arturo Sintes, un gran apasionado de la bicicleta, organiza desde hace veinte la que se conoce como la Volta Cicloturista a Menorca. Una joya como la isla, por la que se rueda durante tres días en el mes de octubre.
Sin menospreciar a ninguna otra similar, la denomino la última romántica porque la pureza del aire menorquín mimetiza con la filosofía cicloturista más auténtica.
Menorca no es montañosa, lo que no quiere decir que sea llana. Destaca en su orografía un monte al que le llaman Toro, que, en palabras del mítico Txomin Perurena, es un morlaco bravo y desafiante. Sus 358 metros de desnivel engañan sobre el papel. En realidad, es un ascenso de tres kilómetros con rampas de dos dígitos y una pendiente acumulada del 13% de media. Un Toro que se encabrita a medida que el ciclista va viendo los cuernos a la cima. Nadie sale defraudado cuando lo corona. Ni por el esfuerzo que ha supuesto la gesta, ni por la belleza que puede admirarse desde aquel lugar, que también es Santuario.
Monte Toro pone el cierre a tres días de puro ciclismo, donde la amistad fluye con facilidad gracias al ambiente saludable, al buen hacer de la organización, y a la disposición natural que se consigue de los participantes. La primera salida suele visitar algún lugar emblemático de Menorca. Son kilómetros para desentumecer las piernas del viaje y preparar las jornadas del sábado y el domingo, donde las rutan aumentan en exigencia y kilometraje.
El sábado de la Volta Cicloturista a Menorca empieza muy temprano. El campanario de la iglesia de Santa Maria va reuniendo a cientos de ciclistas que dejan su firma impresa antes de dar la salida. Los adoquines de la plaza, la fotografías, ese ruido tan propio que hacen las bicicletas cuando se juntan, los llamamientos al orden, todo junto, conforma el alboroto previo del casi centenar de emociones que están por estrenar, y que se contabilizarán en cada uno de los kilómetros de la ruta.
Las jornadas aguardan emboscadas y múltiples toboganes que van sumando desnivel a las piernas. La primera se presenta en el ascenso a un Muro conocido como S´Enclusa. Una antigua base militar americana situada en un pico de Ferreries. Más de un kilómetro de subida con tramos por encima del 15% hace las delicias de los escaladores puros y de los más fuertes. Después del consiguiente avituallamiento, de comentar con unos y otros las sensaciones vividas en la gesta recién conseguida, superado el momento crítico de la etapa, el recorrido conduce al grueso de cicloturistas por recorridos que alternan el paisaje marinero y el de interior.
Se vislumbran por carreteras comarcales llenas de encanto, los típicos caseríos de quesos con sus espectadoras de privilegio que ven pasar a un pelotón, que azuzado cae en la cuenta de la maravilla con denominación de origen que producen aquellas rumiantes. Se alterna este paisaje rural con las marinas inigualables, como la de Fornells o la Sant Lluís.
El día siempre acompaña. Es un pacto que tiene el organizador con alguien de allá arriba. Por lo que la combinación de ciclismo, paisaje, clima y sol solo puede resumirse como felicidad.
Muchas de las cicloturistas que han nacido en los últimos años en las Islas Baleares han encontrado su fuente de inspiración en esta obra ciclista de Arturo Sintes. Los detalles están cuidados. Subido en su coche cabeza de pelotón enchufa la música en los tramos más facilones y pone banda sonora a la fiesta. Porque realmente, la Volta Cicloturista a Menorca es una fiesta homenaje a nuestro deporte. En un mes en el que se concluye una temporada ciclista cargada de retos y vivencias más ambiciosas, muchas superadas. En un tiempo otoñal que despide el último veranillo, preludio de la llegada del invierno con su máquina infernal, de nombre rodillo.
La Volta Cicloturista a Menorca es la despedida de la temporada en el mejor lugar posible y con la mejor compañía. Menorca y su Volta no defraudan nunca.
Escrito por: Fernando Gilet (@FernandoGilet)
Foto: Arturo Sintes