Entrevistamos a Álvaro Pino, uno de los ciclistas gallegos más relevantes de todos los tiempos. Su tiempo de ciclista tuvo lugar durante los años ’80, en los que consiguió ganar una Vuelta a España y hacerse un hueco en la historia tras un mítico y recordado duelo con el escocés Robert Millar en Sierra Nevada. Escalador, pero también hábil en la lucha contra las manillas del reloj en las cronometradas, habla sin pelos en la lengua y de forma siempre reflexiva sobre su trayectoria, pero también sobre hechos de actualidad.
¿Qué tal va la vida?
Álvaro Pino: «Bien, muy tranquila. Tengo algún que otro compromiso, casi siempre relacionado con el mundo del ciclismo. En febrero comenté con Televisión Gallega la carrera de O Gran Camiño y poco más, alguna marcha, alguna en BTT, tengo otras pendientes de carretera, alguna charla… pero poca cosa. Cada vez menos, como es lógico, que estando ya jubilado debemos tener un poco más de tiempo».
¿Es verdad la historia de la bicicleta extraviada que te llevó a empezar en el ciclismo?
AP: «Sí. No empecé con ella, porque era una bici de paseo, que además era lo que llamaban ‘bici de mujer’, que no tenía la barra superior. La encontró mi padrino en el monte, la llevó al cuartel de la Guardia Civil y le dijeron que se la llevase a casa y que de aparecer el dueño, ya le avisarían. Pasado el tiempo, como no aparecía nadie, me la regaló a mí. Mi padre sí que la utilizaba la bicicleta como medio de transporte para ir a trabajar y no la podía tocar, era sagrada, claro. Un chico de allí que corría en País Vasco trajo una Zeus, todos los chavales estábamos alrededor y me la dejó probar. Di una vuelta, le dejé la mía, empezamos a hablar y me animó a competir con su bicicleta, me la dejó para que empezara a competir a cambio de usar la mía para moverse por allí. Así empezó todo, porque yo en su día jugaba al fútbol, de defensa central o de lateral derecho, porque con la izquierda no le doy (risas)».
11 años de profesional, ¿qué balance haces? Porque ya de primeras ganaste una etapa de la Vuelta a España en 1981, tu primer año.
AP: «Viendo las características de algunos de mis rivales, compañeros y gente de alrededor que tenían muchas mejores condiciones genéticas que las mías, es para estar satisfecho con la carrera que hice. Para ganar una ronda de tres semanas, sobre todo, necesitas unas condiciones extraordinarias que sólo unos pocos tienen, como Miguel Induráin, Pedro Delgado o Marino Lejarreta. Ese triunfo de la primera Vuelta que corrí fue gracias a la oportunidad que me dio Colchón CR, gracias al padre de Joaquim Rodríguez, que fue mi primer director en profesionales. Había entonces también falta de equipos españoles en aquella época, como ahora. Iba a haberlo dejado justo antes y a dedicarme a ser mecánico de coches. Fui a correr la Vuelta al Langostino, quedé segundo y en la entrevista que me hicieron al acabar alguien me escuchó decir que era mi última carrera como ciclista, que ya lo dejaba, y me llamó el presidente del Club Ciclista Vinaroz preguntándome si seguiría corriendo en un equipo profesional. A los dos meses me llamó y me dijo que había hueco en un equipo pequeño de allí, que estaba haciendo unas gestiones y efectivamente, allí empecé, compartiendo equipo con gente magnífica y ya veterana como Pujol, Nazabal, que había pasado por Teka y KAS, etc. Ellos me enseñaron muchas cosas, me dieron la oportunidad, corrí mi primera Vuelta a España y entre Calatayud y Torrejón me metí en una escapada y gané. Marcaba el libro de ruta 208-210 kilómetros y el cuentakilómetros de los coches marcaba más de 230. Además, lluvia, frío… Me hizo ilusión ganar además ganar al lado de Alcalá de Henares, porque hice la mili allí».

Antes de hablar de la Vuelta que ganaste, charlemos sobre la edición de 1983. Eres cuarto al final, líder y descubres los Lagos de Covadonga. ¿Se te pasaba por la cabeza que años después acabarías ganando tú la Vuelta y en la cima asturiana?
AP: «Soñaba y pensaba a veces cuando veía los resúmenes en televisión si algún día iba a correr yo la Vuelta a España y me marcaba sitios que pudiesen ser medianamente alcanzables. Como gané la etapa en mi primer año, vas soñando. Después ya con Javier Mínguez estuve en un equipo de más entidad y me empezaron a dar oportunidades. Tenía que trabajar para Faustino Rupérez, para el difunto Alberto Fernández, pero que en un determinado momento yo también podía gozar de oportunidades. Pensaba que podía alcanzar estar entre los diez primeros de la Vuelta, pero nada más. El líder era Alberto aquel año, y yo estaba andando bien. Estaba Chozas, Camarillo, etc. Recuerdo la etapa de Ávila, aquella en la que se lio todo, la de Serranillos. Gorospe me quitó el liderato (en Valladolid), el día siguiente a cogerlo yo en León, al día siguiente de Lagos. No recuerdo nada de aquella subida, sólo que ganó Marino y poco más. Camino a León me metí en la fuga con Carlos Hernández, que ganó la etapa (pasábamos Pajares) y yo acabé de amarillo. El que más tiraba era yo, evidentemente. Gorospe me quitó el amarillo y lo perdió en la sierra de Gredos. En Serranillos ya íbamos 15-20 como mucho. Arrancó Hinault, por delante en fuga iba Belda y el único que aguantó su rueda fue Lejarreta. Yo no hice ni ademán de salir, al igual que Alberto Fernández. Seguí a mi ritmo. Gorospe saltó a por ellos, reventó y pegó una explosión tremenda. Acabó de lado a lado de la carretera. Yo seguí a mi ritmo en mi grupo, con Kuiper, mi líder y algunos más. Creo que ahí fue donde di el salto para colocarme muy alante en la general. Al día siguiente, como Hinault iba tocado de una rodilla, Alberto Fernández me dijo que atacásemos por Navacerrada. Yo estaba ya al final de Vuelta, ya estábamos fuera de punto. Fignon puso marcheta para Hinault y yo me puse delante, pero creo que ni estiré el grupo. Fueron días duros. Aquellos días a excepción de Lagos no eran puertos de grandes pendientes, pero los desarrollos no eran los mismos que ahora».
En tu Vuelta (1986), ¿dónde te das cuenta de que podías ganar?
AP: «En la contrarreloj en la que cogí el liderato (en Valladolid) me di cuenta de que estaba muy bien de forma. Ya lo había hecho muy bien en una cronoescalada a Castellar de n’Hug en la Setmana Catalana, me gustaba mucho la modalidad contrarreloj, y sabía que el punto de buena condición me lo daba siempre alguna crono. Así fue, vi que estaba muy bien. En el equipo sólo tenía por delante al colombiano Pacho Rodríguez, para el que yo tenía que trabajar. Tuvo un día malo, perdió sus opciones y Mínguez me dijo que el líder pasaba a ser yo. Lo intenté aprovechar, tenía mucha moral. Me podía haber pesado, pero me crecí. Había rivales muy buenos, como el escocés Robert Millar, que perdió la Vuelta contra ‘Perico’ por culpa de su director. En las dos contrarrelojes fui mejor que él y en la montaña estuvimos muy parejos. En Sierra Nevada se me fue porque también Mínguez me había dicho que le dejara marchar, que le conocía y que seguramente atacaría a principio de puerto. Como teníamos a Anselmo (Fuerte) por allí, tenía que estar tranquilo, dejar que me llevasen hasta donde pudieran y que más adelante ya tomaríamos decisiones. Se marchó, llegó a cogerme un minuto, marcheta de Fuerte hasta Pradollano con Parra, Kelly, Lejarreta, Fignon… y ahí ya se apartó mi compañero, arranqué yo, se vino Kelly conmigo, le solté y a falta de cuatro kilómetros cogí a Millar y entramos juntos. En la crono de Jerez de la Frontera (acababa allí la Vuelta) tenía cierta confianza de volver a ganarle, la verdad. Llegué con 33″ de ventaja y doblé esa ventaja al final».
¿Qué pasó en 1987?
AP: «Tuve una lesión de rodilla y pude correr muy poquito. Arrastré una tendinitis, yo era de llevar mucho desarrollo, no utilizaba casi la cadencia porque era mi forma de pedalear y eso me llevaba a sufrir bastante en los tendones, el tendón de Aquiles. Venía de la preparación invernal, de un giro jugando al frontenis, pero tardamos en dar con ello. Y al final de ahí vino el problema. Me fui a operar a Madrid, lo hizo el doctor Guillén, me recuperé e hice el final de temporada. Justo durante el Tour empecé a poder entrenar bien. Corrí la Vuelta a Inglaterra, que eran etapas larguísimas y sirvió como una preparación extraordinaria, y gané la Volta a Catalunya. La gente estaba ya machacada en el mes de septiembre y yo estaba fresquísimo y en plena forma. Gané la etapa de Baqueira Beret y la crono del Lago de Banyoles al mismísimo Miguel Induráin, cuando todavía no era el extraterrestre. También hizo segundo en Baqueira. Subíamos el Portillón, con todos los colombianos de rivales contra nosotros dos. A falta de dos kilómetros para Pla de Beret lo solté y gané».

¿Qué ciclistas te marcaron más? ¿Algún ciclista con el que te llevases mejor o peor?
AP: «En el mundo del ciclismo suele llevarse bien todo el mundo, hay menos pique con respecto a otros deportes. Coincidíamos tres o cuatro equipos en los hoteles y al final acabas haciendo amistad con unos y con otros. Recuerdo el año que gané la Vuelta a España (1986) que fuimos seleccionados para correr en el Mundial de Colorado. Fuimos dos semanas antes para adaptarnos a la altitud y al horario. Íbamos con un poco de miedo a la carrera. Nos llevábamos todos muy bien, aunque con Pello Ruiz de Cabestany no tenía mucho trato y tenía la impresión de que era de otra forma. Y en ese viaje me sorprendió. Además, se lo dije, que me parecía un poco altivo y luego hicimos muy buenas migas. Nazabal, Pujol y Heredia me marcaron mucho también. Cuando empiezas en profesionales y coincides con gente de ese nivel, siempre los recuerdas. Te enseñan cuando vienes perdido del campo amateur con pocos conocimientos, por no decir nulos. En el equipo me llevaba muy bien con Alberto Fernández. Era un corredor muy joven, pero muy experimentado. Entonces había estado entre los diez primeros del Tour, que en la época con la travesía del desierto del ciclismo español tenía mucho mérito. Fue uno de los ciclistas que me marcó. Era un profesional excepcional y una persona aún mejor».
Supongo que su fallecimiento fue un mazazo. ¿Hasta dónde podía haber llegado?
AP: «Tuvo la Vuelta aquella de Caritoux cerca. Con el agua, que le iba mal, en la crono de Torrejón perdió por ese motivo. Porque era muy superior. Pasaba por muchos pueblos, estaba peligroso y ahí el francés supo resistir. Pero creo que alguna Vuelta hubiese ganado seguro, por lo tenaz que era. Mínimo. En sus piernas tenía también a lo mejor un podio en el Tour. Ganó etapas de Giro, un escalador extraordinario. Sin ser un especialista, se defendía muy bien en las cronos».
¿Cómo surgió tu salto a la dirección deportiva?
AP: «Lo tenía claro, quería serlo una vez colgase la bicicleta. Tenía una lesión grave en el tendón de Aquiles y en 1990, que íbamos de líderes con Giovanetti en el equipo Seur, forcé demasiado para ayudarle. Al terminar esa Vuelta rompió del todo por forzarlo. Pasé por quirófano y me operó Genaro Borrás, del Celta y la Selección, que me dijo que si volvía a romperse aquello, me podía quedar secuelas para toda la vida. Aquello me echó para atrás, la verdad. Decidí correr un año más y fin. Kelme me dio la oportunidad y la cogí. Yo quería tomarme un año sabático, pero Pepe Quiles insistió. Como no quería que se me fuera la oportunidad, decidí aceptar y tomar la dirección deportiva. Y ahí comenzó todo».
Si por algo era conocido Kelme era por su filosofía atacante. En 1996 ficháis a Escartín y digamos que cambia un tanto de mentalidad con vosotros.
AP: «No me puedo atribuir en solitario el cambio de forma de correr del equipo. Sí es cierto que era también mi filosofía, y ya venían de ser dirigidos por Rafa Carrasco, con Vicente Belda, Pepe Recio y demás, de ser un equipo ultraofensivo. Recuerdo ser su rival en la carretera y eran un equipo que buscaba siempre las escapadas, de darle el vuelco a las carreras. Me identificaba con esa filosofía. Cuando fichamos a Fernando Escartín, era un ciclista totalmente opuesto. El fichaje se lo propuse a Pepe Quiles, se interesó por el proyecto, le ofrecimos ser el líder y hacer el equipo en torno a él en las grandes vueltas por etapas. Era muy reservado, le gustaba ir a lo seguro. Le fui conociendo en los primeros tiempos en el equipo, en las primeras carreras juntos. Recuerdo que en el planteamiento de carrera poníamos el equipo a tirar porque había final en alto o porque pensaba que nos interesaba para disputar con él. Y él venía al coche a decirme que no iba muy bien, que no sabía si iba a responder. Y yo le decía que tranquilo, que íbamos a tirar igualmente y que ya iríamos viendo, que llegase hasta donde pudiese, que el equipo estaba para eso. Era muy precavido, no era un corredor valiente al uso. A ver si el equipo iba a trabajar y él no respondía. Ésa era su preocupación. Yo le repetía que ésa era mi responsabilidad. Simplemente dar el máximo cuando llegase su momento. El ciclismo no son matemáticas, el deporte es así, y si después no rendía, ningún reproche por parte de sus compañeros. Recuerdo la etapa que ganó en Piau Engaly, que la planteamos desde por la mañana y le dijimos a Fernando que arrancase de lejos porque en el último puerto no era explosivo y no tenía nada que hacer ante esos rivales. Teníamos que anticiparnos. Nos decía que ‘claro, con lo que queda por delante’. Le dijimos que para ganar la etapa teníamos que hacer así, que íbamos a endurecer la carrera y que íbamos a arrancar en el puerto anterior. Moviéndonos ahí, después no va a haber equipos para trabajar, y los líderes van a marcarse para la clasificación general. Van a intentar mantenerte ahí, pero no van a volverse locos, ni van a tener efectivos. Era una paliza, pero Fernando estaba bien para eso. Hoy día en los equipos hay más ciclistas para trabajar a esas alturas. Ese día no. Y efectivamente, salió como queríamos. Luego en meta me dio la razón».

Sigue, sigue. También dirigiste a Ezequiel Mosquera…
AP: «Pasa a veces, que hay corredores a los que cambiar esa mentalidad y otros a los que frenar. Un corredor muy similar a Escartín era Ezequiel Mosquera. En el equipo más que compañeros eran amigos, llevaban juntos desde categorías inferiores. En eso vi ese paralelismo entre Fernando y Ezequiel, con esa mentalidad que finalmente pudimos cambiar. Era una forma de sacarle rendimiento. Él, mano a mano, poco tenía que hacer ante Contador y esos ciclistas, que eran mucho más explosivos que él. Había que anticiparse, eran gasóleo puro. En gran fondo, cuanto más duro, mejor respondían. A mí todo eso me apasionaba, el darle vueltas en esas etapas más intrascendentes cuando la cosa estaba tranquila de cómo abordar la cosa desde lejos, cuál iba a ser la táctica, etc. Orejas tiesas, decíamos siempre. El día anterior o esa noche estudiábamos todo y planteábamos en el autobús la táctica a seguir. O previamente en la habitación del hotel. En eso ya vas aprendido de los años que has tenido como ciclista. Del que más aprendí fue de Mínguez, que fue con el que más tiempo estuve. Estrategia, conocer a tus corredores, las cartas que tienes, a tus rivales y saber en qué momento se encuentran para sacarle la máxima prestación».
Dejas Kelme en 1999 tras la Vuelta, pero en ella vives junto a Fernando uno de los peores momentos de tu carrera.
AP: «Escartín tenía posibilidades reales de ganar aquella Vuelta. Sabíamos (y él también) que no era un ganador, pero que cuanto más endureciésemos las carreras, con el fondo que tenía, más posibilidades tendríamos. Tenía una capacidad de sufrimiento tremenda. No podíamos esperar al último puerto como otros que son más explosivos. Había que moverse en el inicio de los puertos. Después de lo que hizo en el Tour, estábamos convencidos de que éramos uno de los candidatos a ganar aquella Vuelta. El ciclismo es así, y se corren riesgos. Sin correrlos, es muy difícil, por no decir imposible, triunfar. Siempre hay que arriesgar, en toda la extensión de la palabra: bajadas, climatología, etc para intentar aprovechar tus cualidades en cada momento».
Regresas al coche con Phonak. Vives momentos muy contradictorios, como el auge de Óscar Pereiro, además gallego como tú y casi vecino, y todo el affaire de Floyd Landis.
AP: «Fue una montaña rusa. Yo ya no quería volver a dirigir, lo tenía decidido. Me llama una mañana Urs Freuler, que fue rival mío en mi época, y nos conocíamos de critériums y demás. Me propuso visitarles y presentarme el proyecto. Fui un par de días y la verdad es que el proyecto era interesantísimo. Ya estaba en marcha, era pequeño, pero con una proyección de crecer inmensa, sin problemas de presupuesto. Volví a casa, lo hablé con la familia y me costó incluso decidirme. Al final me enganché, fue creciendo la cosa. Pereiro sabía que había estado mostrándose en Portugal y lo firmamos por su carácter, su forma de correr, aún sin ser un súperclase y fue creciendo con nosotros. Creo recordar que hizo un muy buen Giro el primer año. Cuando lo cogimos, el equipo tenía que cambiar de mentalidad. Eran de ocho o diez nacionalidades diferentes y teníamos poca organización. Poco a poco fuimos poniendo orden, fichando a gente y haciendo un bloque muy bueno de cara a las grandes citas. No éramos Pro Tour, pero éramos invitados a todas las carreras. Éramos de esos equipos que daban juego y las recibíamos fácilmente. El tema de Landis explotó cuando yo ya no estaba, ya me había marchado del equipo. Había corredores que teníamos que tener por el patrocinador, como era Oskar Camenzid, que ya ofrecía un rendimiento mucho menor, o Alex Zulle, al que fichamos porque el patrón quería que tuviésemos más suizos. Se hicieron fichajes como ellos dos que eran dos corredorazos, pero que ya no estaban en su mejor momento. Recuerdo una contrarreloj en la Vuelta a Suiza siguiendo a Zulle y disfruté un montón viéndole pedalear. Viví momentos muy buenos. Dejé el equipo y creo que me relevaron John Lelange, Juan Fernández… El equipo siguió creciendo. BMC fue después, que era nuestra marca de bicicletas, fabricada por el patrón del equipo».
Regresas de nuevo en Xacobeo. ¿Crees que es viable recuperar ese proyecto algún día?
AP: «Podría ser. Estuve recientemente en las presentaciones de dos equipos que llevan muchísimo tiempo en el campo amateur y son gallegos. Me encanta mucho cómo tiene todo organizado Cortizo, que dirige ahora mismo Marcos Serrano. Tienen un proyecto magnífico. Tuve ocasión de estar con el dueño en la presentación y después en O Gran Camiño, que fueron patrocinadores, y les veo potencial económico y un proyecto con muchas posibilidades. Quieren tener el mejor equipo en todas las categorías. Tienen un centro de tecnificación y me parece asombroso, con personal cualificado para trabajar con los chavales, habitaciones para quedarse en él, pueden hacer concentraciones allí, etc. Aún no lo conozco del todo, pero me parece que tiene muchas posibilidades de crecer. No sé, soy un poco iluso quizá, pero me encantaría que regresase ese equipo que quedó en la cuneta. Cuando un chaval tiene un objetivo, un espacio al que aspirar y una meta, rinde muchísimo más y se motiva para seguir adelante en el ciclismo. Eso le da un impulso impresionante a toda la base. Lo vimos con Xacobeo, que aumentó mucho en calidad y en cantidad la base. Si no hay nada, no tener un referente como este, resta mucho porque es tremendamente difícil. En World Tour tenemos únicamente Movistar, en Pro Team tenemos cuatro equipos. Nada que ver con los años 80, donde llegamos a juntar unos catorce. Casi siendo de cualquier Comunidad Autónoma tenías opción de pasar a algún equipo. Ahora, si destacas en País Vasco puedes tener esa motivación por tener el Euskaltel ahí cerca. También en Burgos. Pero, claro, a igualdad de condiciones, si hay un burgalés y un gallego, cogerán al burgalés con toda la lógica del mundo. Yo haría lo mismo al revés si tuviese un equipo gallego. Es un deporte muy complicado, ahora mucho más que antes. Se cuida mucho la alimentación, el detalle. Cuando ahora llegas a 20-21 años y no has llegado a la aspiración de un equipo puntero, acabas por tirar la toalla».

Además teniendo ya una carrera en Galicia, todo iría rodado.
AP: «La carrera está muy bien organizada por Ezequiel (Mosquera). Creo que tiene futuro, que tiene proyección. Sería magnífico e ilusionante ver a un equipo gallego corriéndola».
Al hilo de O Gran Camiño y todo lo que pasó allí, ¿piensas que el ciclista de hoy pueda estar en cierto sentido acomodado? ¿Cómo ves la evolución de este ciclismo de etapas cortas, crono casi inexistente…? ¿Se nos está yendo demasiado la mano?
AP: «Lo primero es que con este ciclismo que practican algunos de estos ciclistas de hoy estoy encantado. Porque la forma de correr ha cambiado. Hace no tantos años había generaciones de ciclistas magníficos, pero nos dormíamos viendo las carreras. Al ciclismo de ahora de Evenepoel, Pogačar, Van der Poel, Van Aert, Vingegaard… la ilusión de Ayuso y Rodríguez… poco que decir, porque me encanta. Yo creo que más que acomodados, están cada vez más exigidos. En la parte alimenticia, por ejemplo, lo que les lleva a ser mucho más metódicos, a tener mucha más presión, competitividad. En la época mía era diferente, ahora es mucho más exigente. Pero a todo lo que pasó en O Gran Camiño, algo circunstancial porque el año pasado hizo un tiempo extraordinario, le pongo un pero. Me supo mal lo que pasó por Ezequiel, porque es amigo mío y sé lo que trabaja para llevar adelante la carrera. Me molestó la falta de responsabilidad de los equipos, con los directores a la cabeza, los que pensaran un poco en el organizador, en los sponsors. Los corredores deben pensar que sin organizadores y sin marcas que les patrocinan, no son nadie porque no habría ciclismo. Si esto pasase en París Niza o cualquier prueba de ese nivel, ya te digo yo que no iban a parar con estas condiciones. Conozco muy bien el ciclismo y sé que esto sería así, allí o en Tirreno Adriático no iban a parar. Me sabe mal por todo el trabajo que conlleva esto. Y eso que no soy de la organización, que sólo echo una mano cuando me la piden. Sé lo que trabaja Ezequiel por cuidar hasta el mínimo detalle porque es un friki de esto. Para que los ciclistas que tengan lo mejor».
Mucho trabajo detrás, claro.
AP: «Es un tipo extraordinario que piensa en todos los detalles como corredor y como organizador. Ese día que se plantaron, la carretera no estaba más peligrosa que cuando está mojada. No había hielo ni nada. Yo bajé Navacerrada con tres centímetros de nieve e iba ‘cagado’ en mi primer año como profesional y me dijeron que otros más veteranos que no me preocupase, que no se iba la bici más de lo que se iba con lluvia. Obviamente el ciclismo tiene sus riesgos, es un deporte al aire libre. Pero me sabe mal por un organizador que está empezando, y que está haciendo las cosas muy bien. Yo mismo fui ciclista. Hacía frío, sí. Hoy en día con la ropa que tienen… Por no hablar de la etapa reina, que recortaron. Yo iba por delante y haría mucho frío, uno o dos grados, pero la previsión era que el día fuese mejorando. Las carreteras estaban impolutas, sin nieve, hielo, limpias y sin ningún tipo de problema. Vimos el puerto anterior y estaba perfecto. Yo entiendo a Ezequiel porque después del día anterior tenía que cubrirse las espaldas. Pero es que los equipos estaban proponiendo hacer 40 kilómetros de etapa. Era un fraude total. Es algo que no se entiende. Yo le recomendé a Ezequiel que aunque quitasen los pasos por el penúltimo puerto, había que intentar llegar a meta como fuese. Y esa es la parte que no entendí. París Niza ha tenido nieve muchísimos años. Recuerdo a Jalabert jugándosela en una bajada estando peligroso y se la jugó. Son las cosas que tiene el ciclismo. Hay ciclistas con habilidad en ese terreno. Por qué no van a aprovechar esa ventaja con respecto a otros. Igual que en Moto GP o Fórmula 1 unos pilotos van mejor con agua que otros. Allí mandaron los equipos World Tour que había. No estoy de acuerdo, pero no quiere decir que no respete a los ciclistas. En esos días se pasa mal, se pasa frío. En un Campeonato del Mundo en Austria corrimos los 200 y pico kilómetros a cero grados. No respondía la mano para frenar. Federico Echave sacaba el pie porque no eras capaz ni de articular la mano para activar el freno. Hoy día llevan chalecos y guantes calefactables. El ciclismo es duro, en días extremos de calor o de frío, es lo que hay. Es tu deporte y tienes que cuidar tu profesión. Y hay que pensar en los sponsors y organizadores, no importa que sean mayores o menores».
¿Y sobre recorridos? ¿Cómo ves la evolución?
AP: «Yo creo que los organizadores buscan cierto equilibrio, pensando en el tipo de corredores que hay en el pelotón. Y también en el tipo de corredores que puedan participar, que es para tener en cuenta. Buscan que tenga emoción y que una carrera de tres semanas no se decida a mitad. Si tienes un líder sólido a falta de diez etapas, el espectáculo baja mucho. Al final todo esto depende de los corredores. Si depende de estos ciclistas que comentábamos antes, a los que da igual la distancia a meta, es otra historia. Es su forma de correr, de dar espectáculo. Pero en los recorridos de las grandes vueltas, sobre todo en la Vuelta a España, me falta al menos una etapa de 220-230 kilómetros y que se llegue por eliminación. Que se caigan de maduros. Que se hagan las diferencias por fondo. Y también cronos más exigentes. No quizá las barbaridades que hacíamos nosotros, que llegamos a hacer 90 kilómetros de crono por equipos en el Tour. Pero un punto medio. No de 15-20 kilómetros. A lo mejor con el tiempo se vuelve. Creo que ese tipo de recorridos son mucho más atractivos. Los escaladores pueden equilibrar después, pero los contrarrelojistas se pueden defender, pueden tener sus opciones».
Entrevista por Jorge Matesanz
Foto de portada: Diario de Jerez